Carla Montero (Madrid 1971) es licenciada en Derecho y diplomada en Administración de Empresas.
Está casada y es madre cuatro hijos. A su familia le dedica las veinticuatro horas del día, así que escribe cuando puede. Con su primera novela, ‘Una dama en juego’, ganó el Premio Círculo de Lectores de Novela. Ahora presenta ‘La tabla esmeralda’ su segunda entrega.
Carla Montero tiene nueva novela en el mercado, ‘La tabla esmeralda’, editada por Plaza&Janés, la historia de un cuadro, ‘El Astrólogo’, que se cruza en el camino de Ana, una joven historiadora de arte. Una carta escrita durante la II Guerra Mundial les pone a ella y a Konrad, su pareja, sobre la pista de esa pintura atribuida al pintor Giorgione. A partir de ahí se desencadena la acción que se centra en la búsqueda del cuadro, que también fue objetivo prioritario de los nazis en tiempos de Hitler. Carla, novelas sobre nazis se han escrito muchas, ¿esta es una más o el libro hubiera existido igual sin la presencia de los nazis entre sus páginas?
No, evidentemente sin nazis la novela no hubiera podido existir ya que habla del expolio nazi. Pero sí es verdad que aborda una parte del nazismo que es menos conocida como era la obsesión de Hitler y de la élite de su partido por el arte y por coleccionar todas las obras que encontraron en los países que fueron ocupando. La solapa del libro habla de tu dedicación plena, veinticuatro horas al día, a tu familia, ¿cuándo escribes o es que hay “negro” encerrado?
No, no, no hay ningún “negro encerrado” [risas]. Escribo cuando me dejan. Hago mucha literatura nocturna mientras mis hijos ya duermen. Le quito horas al sueño. Los fines de semana mi marido se lleva a los niños y yo aprovecho para trabajar.
¿Pensabas a priori que ‘La tabla esmeralda’ alcanzaría este tamaño, más de 700 páginas?
No, no, que va. Empiezo a escribir con esquema. Sé cómo arranco y cómo termino, pero no sé lo que voy a introducir en medio. Al final, este tipo de novelas, si quieres desarrollarlo todo bien, termina adquiriendo este volumen.
¿Da vértigo escribir una novela tras haber obtenido un gran éxito con tu ópera prima?
Sí, da un poco de miedo, porque quieras o no colocas un listón alto y nunca sabes si vas a poder estar al mismo nivel en el siguiente trabajo. Pero es un miedo que hay que vencer. Es poner la primera palabra, ser fiel a lo que quieres escribir y que salga lo que Dios quiera.
¿Has escrito la novela que te hubiera gustado leer a ti?
Mira, la cualidad de lector y de autor van unidas. Un escritor, antes que autor es lector, y si eres fiel a ti mismo, escribes lo que a ti te hubiese gustado leer.
A la hora de escribir ¿qué has valorado más: tu estilo o la accesibilidad para el lector?
Cuando publiqué mi primera novela, una de las cosas que me decían era que costaba entrar en ella. Como al final, lo que el escritor busca es gustar y que le lean, aunque quieras ser fiel a tu estilo, mientras escribes subyace la idea de mejorar aquella observación anterior para facilitar su lectura.
¿‘La tabla esmeralda’ es un thriller realmente?
Bueno, yo no diría que es exactamente un thriller. Si fuésemos un poco más allá del sentido estricto y comercial del término best seller y lo clasificáramos como género, quizá veríamos que esta novela podría encajar en esos parámetros. Al escribir no he querido sujetarme a ninguna regla y por eso encontramos que en el libro hay de todo: una parte de intriga, una parte bélica, una parte amorosa… Es una mezcla de muchas cosas.
Elemento fundamental en la novela es el cuadro de Giorgione titulado ‘El Astrólogo’, ¿existe esa pintura?
No, no existe. El pintor sí que existió y el cuadro podía haber existido, pero no, es pura ficción, pura invención.
Giorgione, como pintor misterioso, parece muy adecuado para tu novela.
Sí, de hecho, mi encuentro con Giorgione fue casual. Yo no lo conocía hasta que escribí la novela. Buscaba un pintor cuya vida estuviese envuelta por un cierto misterio y que encajase bien con el ocultismo que rodeaba a los nazis. Giorgione daba el perfil.
En ‘La tabla esmeralda’ ¿qué predomina más: la ciencia o la magia?
Cuando arranca esta historia, en el siglo XV, ciencia y magia estaban muy unidas. De hecho la alquimia entonces tenía un carácter científico y ahora se considera más bien como mágico. Mi novela mezcla ambos términos, aunque quizá en la parte referida al astrólogo hago más hincapié en la parte mágica.
¿Qué fuentes has utilizado para ambientar la época renacentista?
El Renacimiento, por sí mismo, es una etapa que daría para escribir una novela entera sobre él. No he necesitado investigar mucho y me he limitado a una breve introducción para enmarcar la acción. Con lo que he encontrado en Internet y poco más he tenido suficiente. El mensaje que da pie al misterio de la novela, aquí viene oculto en un cuadro.
Cuando escribía la novela trataba de aunar arte y misterio y precisamente por ello me dije que la mejor manera de esconder un mensaje era deslizarlo en un cuadro. Has vertebrado la novela en dos planos distintos, ¿qué ventajas te aporta esa estructura?
Parece que comercialmente a la gente le gusta más así. Pero como escritor aporta más bien inconvenientes, porque es como tener dos libros en uno, dos tramas que hay que cuadrar para que no se pisen la una a la otra. Es una labor complicada. Pero por otro lado, a mí me apetecía tratar la parte temporal, experimentar cómo me manejo con mi estilo en un entorno actual.
¿Por eso también una historia está escrita en primera persona y otra en tercera?
Sí, creo que es por eso. A mí me es más fácil identificarme con un personaje actual, por ello quizá utilicé la primera persona, mientras que reservé la tercera para la parte histórica, para tomar distancia y dar una visión más objetiva.
La última: ¿dónde queda Carla Montero en estas páginas?
En todas partes y en ninguna [risas]. Una siempre olvida algo de ella misma en sus libros. Hay detalles. Creo que ni los propios autores somos conscientes de las huellas que hemos dejado al escribir.
La ciudad parecía un enigma deslumbrante. Bajo un cielo perpetuamente iluminado por las pantallas, las máquinas habían alcanzado un dominio que transformó lo cotidiano en una secuencia calculada. Los humanos, en su adaptación, habían olvidado el arte de cuestionar.
Andares en el espacio-tiempo/ lentos andares con prisas/ andares a mandíbula latente/ andares cabeza abajo/ maseteros andarines/ a dentelladas andando. Si uno/ olvida que es un aprendiz/ uno deja de ser maestro. Los recuerdos no tienen paredes/ las miradas no tienen planos/ las entrañas no tienen tiempos/ los deseos no tienen límites.
Ese corazón está puesto muy lejos concurren expedicionarios. Resarce el aire cerca del oro. Me las vi con uno que más que como yo
era en efecto yo viéndoselas conmigo. Tan intrincada como lúdica resultó la finalmente para nada excepcional contienda de resultas de la cual redacto ahora este sosiego.