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Aguirre, la cólera de Esperanza

Nunca los nacionalistas han desautorizado tajantemente, más allá de alguna declaración vaga y formal, a quienes promueven tan civilizado acto
Pedro de Hoyos
viernes, 25 de mayo de 2012, 07:04 h (CET)
El problema no es que piten o no al Rey, al príncipe o al himno. Llevan años haciéndolo sin que nadie haya hecho nada por evitarlo. Es sólo el síntoma, no la enfermedad, nuestros políticos han estado demasiado tiempo adulando a los nacionalistas periféricos, permitiendo amenazas políticas, discriminaciones lingüísticas y afirmaciones racistas (¿se acuerdan de lo del Rh de Arzallus, de Pujol  negándose a hablar en castellano y diciendo “que pongan el karaoke”?) y creyéndonos por ello los reyes de la tolerancia y de la democracia.

Nunca los nacionalistas han desautorizado tajantemente, más allá de alguna declaración vaga y formal, a quienes promueven tan civilizado acto. ¡Pero si los silbatos utilizados son subvencionados por sus organizaciones! Pedir que hicieran algo efectivo para impedirlo sería esperar demasiado. Acostumbrados a su repetido desprecio, ¿cómo cambiar  de pronto nuestra reacción habitual?

Durante tantos años de democracia les hemos dado alas, potenciándolos, riéndoles las gracias y aceptando claudicantemente sus conveniencias políticas. ¿Y ahora queremos pararles los pies? ¿No les hemos dejado abrir “oficinas comerciales” en el exterior a modo de embajadas? ¿Cómo parar aquello que hemos potenciado? ¿Cuántos años llevamos, míseros de nosotros, permitiendo que silben impunemente nuestro himno?

El caso es que nuestros políticos no saben cómo parar la que se avecina en la final de la copa de fútbol, son demasiados años escondiendo la cabeza bajo el ala y negándonos a nosotros mismos la realidad. ¿Cómo abordar ahora el problema de esta bola de nieve? ¿Es tarde? ¿Por qué sentirse español es de fachas y sentirse nacionalista vasco o catalán es progresista? ¿Por qué silbar “Els Segadors” es una barbaridad propia de antidemócratas y silbar el himno de España es libertad de expresión? ¿Por qué hemos abandonado la batalla de la imagen al tiempo que la de la razón y la opinión?

La torpeza de Esperanza Aguirre, ¿tal vez buscando con este escándalo artificial tapar el mayor escándalo del déficit oculto de su comunidad?, sólo va a provocar una pitada mayor, fortalecer a sus enemigos y que hasta sus propios compañeros de partido se aparten de ella. ¿Alguien puede predecir el resultado de orden público si se suspende el partido? ¿Cómo lo hacemos? ¿Metemos a la policía nacional por las gradas a desalojar a cien mil personas con botes de humo y palos? ¿No nos llega la memoria a la plaza de toros de Vitoria?

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Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre la relación entre la obra de George Orwell, titulada “1984” y su relación con nuestro presente puesto que, leer esa pieza hoy en día, es como asomarse a un espejo que refleja los desafíos más acuciantes de nuestra era. El autor, con una perspicacia asombrosa, anticipó muchas de las inquietudes que nos aquejan: la vigilancia constante, la manipulación de la información, la erosión de la privacidad y el peligro del pensamiento único.

Todo mi respeto va a los hermanos españoles que perdieron la vida, a los que perdieron a sus familiares y amigos, a los que perdieron casas, vehículos, cultivos y enseres diversos. ¡Fuerza y honor hermanos míos, estáis dando lecciones de superación! “Después de la tormenta viene la calma”. Esta expresión no surge de la nada, sólo existe porque alguien prestó atención a lo que pasa después de que pasan las aguas, sale el sol, el aire fresco, nuevos brotes de la tierra.

Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole.

 
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