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Los demonios son más listos que nosotros

Ellos juegan en los dos lados del tablero de nuestros enfrentamientos y consiguen su propósito: que nos odiemos.
Francisco Rodríguez
martes, 26 de septiembre de 2017, 07:57 h (CET)
La inteligencia debe estar muy bien repartida ya que casi nadie se cree tonto, aunque todos estemos de acuerdo en que el número de idiotas es infinito. Fuera bromas, lo cierto es que los humanos nos consideramos en lo más alto de la cadena de las especies que pueblan el planeta y pensamos que no existe nada más allá de nosotros y, aunque todos tenemos miedo a la muerte, pocos se preocupan seriamente por lo que se pueden encontrar cuando ocurra.

En nuestro mundo occidental pienso que cada vez menos gente cree en Dios, incluso entre los que creen en la Madre de Dios y van a las procesiones. Si creyéramos que Alguien nos hizo y nos tomará cuenta de nuestra vida, las cosas cambiarían.

Quizás haya quien piense que debe existir algo o alguien que puso en marcha el universo y que nosotros estamos aquí, no para averiguarlo, sino para conocer cómo funciona y felicitarnos por todo lo que vamos descubriendo.

Si no creemos en Dios, mucho menos creemos en la existencia de los ángeles creados por Dios como espíritus que no están sujetos a nuestras limitaciones materiales, inteligencias puras que existen para alabar al Dios que los creó. Pero además de inteligencias también tienen voluntad y parte de ellos la usaron para rebelarse contra Dios, quizás cuando supieron que Dios iba a crear otros seres de barro a los que también iba a amar y llamar a su presencia.

Si no descubrimos las huellas de Dios en el universo, aunque su grandeza y complejidad son manifiestas, tampoco descubrimos la existencia de los demonios, ángeles rebeldes capitaneados por Satán, aunque su influencia este presente y actuante en nuestro mundo. Demostrando que son mucho más inteligentes que nosotros, han logrado pasar desapercibidos para poder engañarnos mejor. Los que rezamos el Padrenuestro, que nos enseñó Jesús, lo terminamos con dos peticiones: que no nos deje caer en la tentación y que nos libre del mal. La tentación es obra de los demonios y el mal es Satanás mismo.

Su naturaleza inmaterial solo está sujeta a dos pecados: la soberbia de saberse por encima de todas las demás criaturas y la envidia, que consiste en la tristeza del bien ajeno. Los demonios están tristes y resentidos de que Dios haya tomado un cuerpo de hombre y nacido de una mujer. ¡Otorgarle tal distinción a unos seres que necesitan comer, que se cansan, que sufren, es ponerlos por encima de los espíritus angélicos! ¡Qué humillación!

Por eso se dedican a destruir a cuantos más hombres, mejor. Para eso nos tientan sin descanso, pero como muy inteligentes, nos seducen con cada cosa y su contraria. A los partidarios del aborto les convencen de que están haciendo algo bueno: defender el derecho de las mujeres y a los que se oponen al aborto les convencen de que llevan razón y deben de terminar con todos los abortistas. Con esta táctica los demonios siempre ganan si consiguen establecer una relación de odio entre unos y otros. Y lo que se dice del aborto puede decirse de los sistemas políticos y económicos, de los partidos políticos, de las disputas territoriales, etc.

El precepto cristiano de amar al prójimo, aunque sea mi enemigo, es lo único que puede librarnos del poder de los demonios. Lo que se nos pide no es tratar de imponer nuestras ideas por todos los medios, sino estar dispuestos a morir por ellas. No es fácil la cosa, pero el que pierda su vida por la buena nueva del evangelio se salvará de todos los demonios.

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Hoy quiero invitarlos a reflexionar sobre la relación entre la obra de George Orwell, titulada “1984” y su relación con nuestro presente puesto que, leer esa pieza hoy en día, es como asomarse a un espejo que refleja los desafíos más acuciantes de nuestra era. El autor, con una perspicacia asombrosa, anticipó muchas de las inquietudes que nos aquejan: la vigilancia constante, la manipulación de la información, la erosión de la privacidad y el peligro del pensamiento único.

Todo mi respeto va a los hermanos españoles que perdieron la vida, a los que perdieron a sus familiares y amigos, a los que perdieron casas, vehículos, cultivos y enseres diversos. ¡Fuerza y honor hermanos míos, estáis dando lecciones de superación! “Después de la tormenta viene la calma”. Esta expresión no surge de la nada, sólo existe porque alguien prestó atención a lo que pasa después de que pasan las aguas, sale el sol, el aire fresco, nuevos brotes de la tierra.

Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole.

 
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