Para mí es de interés público contar con contenidos legibles que sean una contribución a la cultura, la información, el debate y el entretenimiento entre todos los españoles. No creo que la respuesta en este siglo digital sea el canal de televisión cerrado, es decir, el de pago. Es bien cierto que prácticamente todos los hogares cuentan con al menos un televisor, pero ese no es el único instrumento para ver contenidos de toda índole, y lo que es una verdadera pena es que esos contenidos se han personalizado y privatizado. Los hábitos muy queridos como era ver la televisión en familia han dado paso a ver contenidos por cada miembro de la familia usando su móvil... ¡Con lo bonito y auténtico que era eso! Lo que es primordial es que el modelo de servicio al usuario de los canales abiertos necesita cambiar, y muchos de esos contenidos a los que anteriormente hacía referencia es preciso que mantengan características de la televisión de antes. La propuesta de ser modelo de negocio con suscripciones basado en la desastrosa publicidad de las nuevas vertientes de hoy día, es un insulto a la propia publicidad. La televisión en abierto, y ya no digamos la pública, se han dejado engañar por esos nuevos canales cerrados, que para mí, y por sus contenidos y programación, no son de interés público. La televisión tradicional merece un mínimo respeto, porque sin ella no hubieran surgido otras.
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