Acabo de sentarme
frente al ordenador tras ver parte del partido de la selección… Me siento
acobardado, descorazonado, intimidado, insultado, vilipendiado, ofendido. Me
avergüenzo de ser español… Quizá sea verdad que es español el que no puede ser
otra cosa…
Arde twitter, arde
facebook y arde España, acabamos de marcar cuatro goles a una selección
mediocre y España salta de alegría, más que si los ladrones de la gran banca
nos devolviesen todo lo que nos han esquilmado. El país babea sin sentido como
si acabásemos de derrotar a los malditos mercados que nos jaquean la prima de
riesgo cada mañana.
La selección de
fútbol, unos cuantos niñatos privilegiados que se embolsan en hora y media más
de lo que ganan todos sus espectadores en un año, ha dado un pasito pequeño e
insignificante hacia un título honorífico y las calles se han llenado de
energúmenos medio borrachos que ocupan parques y plazas embutidos en
vestimentas rojas y dando saltos simiescos como si la lotería hubiera tocado a
todos y cada uno de ellos.
Se acabó al parecer
la crisis, se acabaron las preocupaciones, se acabó el paro, no sólo se
acabaron los ladrones institucionalizados sino que además han hecho penitencia,
se han cubierto hombros y cabeza de cenizas y tras recorrer de rodillas las
carreteras de toda España van a devolver los millones que nos han levantao mientras estábamos mirando la
tele. País de memos, país de brutos, país de ignorantes, país de ovejas, país
sumiso, país de “Sálvame”, país de Belén Esteban y Kiko Rivera, país de Gran Hermano,
país de Zapatero, país de Rajoy. ¡Qué país!
España se va por el
desagüe al que malos políticos, pésimos sindicalistas y peores profesionales de
la economía nos han llevado y la emoción del deporte nos embarga… nunca mejor
empleada la expresión. Sin dinero, sin trabajo, sin jubilación, sin pensión,
con los hijos en casa hasta la siguiente generación…, con una economía de
postguerra y vivimos un partido de once millonarios como si en ello nos fuesen
la patria y la honra personal.
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