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El corazón bombea a España a cuartos como líder (0-1)

La Selección, tras imponerse sin brillo a una rocosa Croacia, pasa a la siguiente fase, donde podría enfrentarse, previsiblemente, a Inglaterra
Rafael Merino
lunes, 18 de junio de 2012, 21:09 h (CET)

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Foto: David Aliaga



Ficha técnica
0- Croacia: Pletikosa (1); Vida (1), Corluka (1), Schildenfeld (1), Strinic (1); Vukojevic (2), Rakitic (1); Srna (2), Modric (1), Pranjic (2); Mandzukic (1).

1– España: Casillas (3); Arbeloa (1), Sergio Ramos (2), Piqué (2), Jordi Alba (2); Busquets (1), Xabi Alonso (1); Xavi (1), Iniesta (2), Silva (1); Torres (1).

Cambios: En España: Jesús Navas (1) por Fernando Torres (min. 61), Cesc (1) por Silva (min. 73) y Negredo (-) por Xavi (min. 89); en Croacia, Jelavic (1) por Vida (min. 66), Perisic (1) por Pranjic (min. 66) y Eduardo (-) por Vukojevic (min. 81).

Goles: 1-0 Jesús Navas (min. 87).

Árbitro: Wolfgang Stark (Alemania) (1) En España no amonestó a ningún futbolista. Mientras que en Croacia amonestó a Corluka (27’), Srna (44’), Strinic (53’), Mandzukic (90’), Jelavic (91’) y Rakitic (93’).

Incidencias: 40.000 espectadores en el estadio Arena Gdansk. Terreno de juego en buenas condiciones.
España alcanzó el primero de sus objetivos: clasificarse como primera de grupo para cuartos. Es lo verdaderamente importante. España se adentra en terrenos donde se ganan campeonatos. Nada importa ya el cómo consiguió cumplimentar esta primera hoja de servicios. Porque lo hizo con bastante agonía, con excesivo sufrimiento en comparación a las previsiones realizadas en vísperas del torneo. Con más corazón que fútbol. A falta de tres minutos, nada estaba resuelto. España empataba, Croacia embestía, Casillas ejercía de santo y sólo se avanzaba como segunda de grupo. En ese momento, Cesc inventó un pase sobre Iniesta y éste obsequió a Navas con el tanto más deseado. España superaba a la rocosa Croacia y sonreía. Se abrazaba tras un ejercicio de supervivencia. España estaba en cuartos como primera de grupo y sin sancionados.

Hasta ese momento, España no fue España. Nunca tuvo ese fútbol de toque preciso, tampoco generó espacios, ni movió el esférico con soltura, ni encontró soluciones alternativas a sus constantes ataques centrados y sus oportunidades se contaban con los dedos de una mano. España estaba echando un borrón como hacen los buenos escribanos de vez en cuando. Estaba mostrando un incomprensible estado de relajación. Como si nada se jugara. Todo lo contrario. Un tanto de los croatas -sumado al triunfo cómodo de Italia- dejaba a la campeona de Europa y del Mundo en el dique seco. El problema no estaba sólo en España. Croacia estaba desactivando a los hombres de Del Bosque.

Los croatas configuraron dos barreras muy unidas -modificaron su sistema táctico con más efectivos en medio campo- que entorpecieron en todo momento cualquier combinación de los españoles. Adentrarse en terrenos de los croatas era misión altamente complicada. Requería todo un ejercicio de paciencia y velocidad. Lo primero sí lo tuvo España porque los croatas siempre buscaron un ritmo pausado, siempre interrumpiendo el partido con faltas o saques de banda; de rapidez no se atisbó nada. Era verdaderamente muy difícil compenetrarse en porciones tan pequeñas de espacio, máxime cuando tampoco había exceso de imaginación. Los laterales trataron de abrir el campo (más Jordi Alba que Arbeloa), pero tampoco hubo una vía de escape, como tampoco hubo desmarques que aprovechar de Torres. Las ocasiones del primer acto se concentraron en un disparo escorado de Torres, otro sin mordiente de Iniesta y dos golpes altos de Ramos y Piqué desde fuera del área. Poco más que llevarse a la boca.

No hubo tregua
A estas alturas de partido, nadie se acordaba de pactos. Había pruebas fehacientes. Srna estaba enzarzado con más de un contrario y Ramos dejó su sello sobre el tobillo de Mandzukic cuando éste se adentraba en el área. Si el árbitro hubiera decretado once metros nada se hubiera podido objetar. Afortunadamente, el alemán no lo hizo. Era un amigo. Un aliado. Más o menos como sucedió con Casillas. Éste, siendo subjetivos, era más que un amigo. Fue un salvador. Un santo. El portero que siempre deja su milagro sobre el campo. Ésta vez lo hizo, en las cercanías del ecuador de la segunda parte, cuando sacó a bocajarro un cabezazo con olor a gol de Rakitic, tras recibir éste un maravilloso centro de Modric tras firmar la estrella croata una de las jugadas del encuentro.

A decir verdad, ésta fue la gran ocasión de los croatas. Luego hubo otro disparo, de Perisic, que sacó con menos brillantez Casillas. Pero nunca se perdió esa sensación de verse en peligro. No ya por ser segundos de grupo -y sí cruzarse posiblemente con Francia y Alemania camino de la final- sino porque un tanto dejaba a España sin nada. Y quién sabía si una acción tonta marcaría el devenir del grupo. Y más cuando el partido estaba muy enredado y muy centrado en ganar la batalla del centro del campo. Del Bosque introdujo a Navas y Cesc para esas labores. Lo ganó. Hubo más toque. No menos tensión. Quizá porque Croacia puso sobre el tablero a todos sus delanteros. Necesitaban ganar. No lo consiguieron porque Navas certificó el objetivo conseguido con más corazón que fútbol.

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