En democracia se ha hecho célebre la frase “luz y taquígrafos” con referencia a la necesidad de transparencia de la vida pública, esa misma transparencia que tanto han cacareado los políticos cuando les ha interesado; y de la que prescinden cuando no les interesa, especialmente si suponen que no saldrían airosos de la críticas de la oposición, que también tiene su importante labor de control en toda democracia seria que se precie.
Nos encontramos con que este año los españoles nos quedaremos sin la habitual sesión del Congreso sobre el “Estado de la Nación”, pues el presidente Rajoy en plena zozobra económica del país, cuya situación real aún no ha explicado a los representantes del pueblo, ha preferido mantener la opacidad sobre su gestión interna y externa de la crisis, en la que nos rescatan –pero no es un rescate-, se presta al Estado –pero es cosa de los bancos y para los bancos, por lo que no nos va a costar al contribuyente-, y además es un préstamo sin condiciones –pero se le conocen requisitos de interés, de plazo, carencia, y hasta exigencias macroeconómicas de política económica-. Y aún así, no le parece necesario a Rajoy aclarar en la sede de la soberanía popular, todo este galimatías de medias verdades, y auténticas mentiras. ¿Qué hay en todo ello que no conviene que se sepa a los cuatro vientos?. ¿Qué trata de taparse, en una mediocre gestión, digna de mejor ocasión?.
Han transcurrido poco más de quince días desde que el Gobierno de Rajoy nos vendiera la ayuda europea a la banca, con todo tipo de eufemismos optimistas, y lo presentara como un triunfo para consumo interno –lo que le costó más de un reproche y mosqueos en la UE prestamista forzada, ante la gravedad y contumaz realidad-; y sin embargo, aquello que era poco menos que el “euromillón” para España, aún está negociándose, y vamos descubriendo que es una nueva hipoteca sobre el futuro de nuestro país para salvar un sistema bancario codicioso, incompetente e insolidario con la propia población española, que acaba siendo avalista de su recuperación, en tanto la banca permanece inmisericorde ante sus deudores hipotecarios a los que desaloja de sus hogares sin mayor reparo ético.
Pero aún así, estando el país en grave emergencia económica y social, para Rajoy no resulta necesario ningún debate en el Congreso de los Diputados; eso sería tanto como “darle cuartelillo” a la oposición, que no parece serle digno de ello; pues tampoco se siente ni legal, ni políticamente obligado a explicar nada.
Tenemos en ciernes un amplio recorte del sector público, una importante batería se subida de impuestos, para ajustarse a la realidad económica actual. Pero a Rajoy tampoco le merece la pena explicarse sobre sus proyectos políticos inmediatos, debatirlos y analizarlos. ¡Qué más da..., si tiene el “rodillo” de la mayoría absoluta!; ¿a qué teme?, ¿o acaso desprecia el parecer de la oposición sobre todos estos temas?. Tal actitud revela un talante autoritario y poco democrático.
Al propio tiempo estamos asistiendo a una de las mayores crisis habidas en el Poder Judicial, tercer poder constitucional del Estado, con el “acoso y derribo” por parte del órgano de los jueces a su presidente, hasta conseguir su dimisión. Algo insólito en doscientos años de vida del poder judicial en su versión moderna de Tribunal Supremo. Pero tampoco parece que sea necesario debatir nada. Ha habido un relevo con modificación del régimen de nombramientos en el Ente Público RTVE, acomodado a la nueva mayoría absoluta del PP, que ha hecho su particular desembarque. Pero tampoco, resulta ser objeto de debate parlamentario.
Desconocemos el plan definitivo de reestructuración del sector bancario, que ahora posiblemente lo reajusten nuestros acreedores europeos. Y tampoco resulta haber el menor interés por su debate. Estamos en pleno proceso de reestructuración o desmontaje del “Estado del Bienestar”, con un cuestionado sistema autonómico, pero sigue sin ser motivo de debate.
Todo ello, que hace que pensemos en que se ha producido un “apagón de luces y despido de taquígrafos”, es un mal síntoma del estado real de nuestra democracia, pues este nivel de opacidad en asuntos tan decisivos e importantes para la vida pública como los aludidos, supone que se le tengan que poner serios reparos a los usos democráticos del presidente Rajoy.
Rajoy no debe olvidarse que es el presidente del Gobierno de España, que representa institucionalmente a todos los españoles, y políticamente debe someterse a control parlamentario –que para mayor paradoja, supera numéricamente por su mayoría absoluta-, pues lo mismo que se hace camino al andar, la democracia se desarrolla con sus rituales y formas que son necesarias para la salud del sistema. Por ello, creemos que es más que necesario el “debate del Estado de la Nación” que se trata de escamotear.
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