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Godoy, Rajoy

Godoy, cediendo la soberanía de España a Francia, favoreció una sangrienta guerra que desangró a España; Rajoy, haciendo lo mismo de otra manera, puede que logre algo parecido
Ángel Ruiz Cediel
viernes, 29 de junio de 2012, 09:15 h (CET)
Podemos adentrarnos en la letra pequeña de la Historia tanto como quedamos, pero, sintetizando en letra gruesa, no es descabellado aseverar que Godoy y su ambición desmedida no sólo produjeron el hartazgo de los españoles que cristalizó en Motín de Aranjuez, sino que sentó las sólidas bases de una sangrienta guerra contra los franceses por mantener nuestra identidad y soberanía, aunque fuera otorgándosela al peor rey imaginable, Fernando VII El Deseado, un déspota irracional y delirante que fue el origen de todos nuestros males y conflictos internos hasta el día de hoy. Tanto y tan grave fue el daño que hizo el Valido de Carlos IV, otro tan nefando rey que le empuja a uno a hacerse republicano.

Rajoy, a su manera, está repitiendo los pasos de aquel Valido con sus balidos a favor de la Europa que nos descuartiza, favoreciendo la invasión de España por las fuerzas fácticas del NO y la pérdida de soberanía e identidad de los españoles con esas peticiones de “más Europa” (que implican “menos España”) que, si las hiciera un político de izquierdas, escucharíamos denuncias clamorosas en los medios la recalcitrante derecha invocando el nombre de traición. Tratado de Fontaienbleau, por Godoy; integración económica, fiscal y política de Europa (con España como plato principal a ser devorado por sus socios), por Rajoy: misma cosa, distinta época. Puede ser que las víctimas de esta confrontación de Europa contra los intereses españoles no llenen un dos de mayo cualquiera las calles de Madrid de sangre nacional en una desequilibrada batalla urbana contra los mamelucos euro-peos, o que un 3 de mayo cualquiera no se realicen goyescos fusilamientos ejemplares en las montañas del Príncipe Pío, o aún que durante algunos años no se llenen las entrañas de Sierra Morena de bandoleros transformados en patriotas; pero igual las muertes se están produciendo en un chorreo continuo. Unas, por la desesperación que conduce al suicidio; otras, por la miseria de solemnidad en que está instalando este desmadre al pueblo español; y otras muchas, porque irán cayendo como chinches numerosos ciudadanos españoles como consecuencia de los recortes sanitarios que su delirante gobierno impone sólo a los más desfavorecidos y vulnerables, lo que propiciará un incremento brutal de los decesos en estos colectivos –que no van a poder sufragar su salud, lo que beneficia al Estado Predador al desembarazarse de pensionistas y parados- y del de los pobres e inmigrantes, quienes quedarán abandonados a su suerte y serán vulnerables a epidemias y pandemias de toda clase.

Godoy benefició a muchos rostros-Portland, pero sobre todo lo hizo a sí mismo y a su enfermiza (por lo demente) naturaleza. Fue ascendido desde la hidalguía a la nobleza por Carlos IV para que les cortara las alas a los nobles, pero sólo y exclusivamente se dedicó en cuerpo y alma a perjudicar a los débiles, al pueblo español, convirtiéndose en un fatuo tragaldabas que, aunque en su delirio creía ir de superpolítico y de lindo dondiego, en realidad fue un guiñol en manos de los enemigos de España, como en aquel entonces lo eran Francia y Napoleón. Le hizo la guerra a Portugal, perdió la Batalla de Trafalgar por las que los hijos de la Gran Bretaña se quedaron con el Peñón de Gibraltar y convirtió al pueblo español en un donante altruista de vidas para defender los intereses de Francia. Hoy, esto mismo está haciendo Rajoy, a su manera, no sólo sometiendo los intereses de España y los españoles al euro franco-alemán, lo que supone prácticamente la desaparición de España como Estado Soberano, sino también permitiendo que nuestras tropas mueran por esos mundos de Dios en guerras que de ninguna manera son nuestras, y hasta, quién sabe, si tal vez embarcándonos sin salir de nuestras fronteras en una próxima contienda de muy ciertas consecuencias, como lo será la aventura sirio-iraní, en la que ya hay fuerzas “aliadas” interviniendo en el interior de Siria entretanto Turquía e Israel han movilizado a sus ejércitos en torno a sus fronteras, pese a las advertencias de no intervención que Rusia y China han proclamado por activa (lanzamiento informativo de intenciones de misiles de nueva generación) y por pasiva.

Godoy colocó como coleguillas de mangoneo en su gobierno a toda suerte de amiguetes, tronquetes y otras materias excrementicias sociales, los cuales nos condujeron adonde todos sabemos –y los que no, basta con que echen un vistazo a algunos libros de Historia-, y algo parecido, a su manera marinera, está haciendo Rajoy, no siendo sus ministros sino simples e incompetentes correas de transmisión o corifeos de sus propias goyerías de entrega de la soberanía nacional a los intereses de potencias extranjeras. Ambos episodios, vistos desde la perspectiva que favorece la independencia de pensamiento y de expresión, es como si aquella España de Godoy y esta cosilla de Rajoy se estuvieran mirando al espejo. Imagen y reflejo, como aquél que dice.

Los tiempos han cambiado, pero, aunque también tenemos algún Murat con miles de aguerridos soldados apostados en las afueras de Madrid dispuestos a imponer el orden a sangre y fuego con sus sanguinarios mamelucos y lanceros, no creo que hoy haya Motines de Aranjuez o Levantamientos del 2 de Mayo. A la Roja le deben el favor, que mientras ellos ganan mundiales por aquí se van vendiendo retales de soberanía y entregando al pueblo a los desmanes de los “mercados”. Otro gallo y otro Goya cantarán, sin embargo, cuando las hogueras del fumbo se sofoquen y los ciudadanos despierten de su borrachera de victoria, enterándose entonces que mientras cantaban “Yo soy español, español, español” les desvistieron de su españolidad, les robaron su país y les convirtieron en contribuyentes eternos de las deudas generadas por saqueo de toda esta banda apandada de vivales.

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