María Isidra Quintina de Guzmán y de la Cerda o simplemente “La doctora de Alcalá”, nació en Madrid el 31 de octubre de 1767. Fue la primera mujer en obtener un título de doctor en España y la primera en lograr el prestigio de Académica Honoraria de la Lengua.
Su ambición académica se vio respaldada por el patrocinio de Carlos III.
Recordada con varios nombres, María de Guzmán o Isidra de Guzmán, según los lugares donde se la homenajea, su legado persiste en la toponimia y en instituciones de Madrid y Alcalá de Henares, donde tiene una calle y un centro de salud; y también en un instituto y un colegio.
Hija de nobles de gran influencia, su linaje incluía al marqués de Aguilar de Campoo y a la duquesa de Nájera.
La literatura y el conocimiento parecían correr en sus venas, inspirada quizá por su tatarabuela, la condesa de Paredes, autora de obras religiosas.
Con un tutor personal, Antonio Almarza, alcanzó una educación notable para la época. Esta formación la llevó a ser reconocida por la Real Academia Española en 1784, cuando apenas contaba con 17 años, donde pronunció un discurso que aún se guarda en los archivos de la institución.
En 1785, con tan solo 17 años, María Isidra obtuvo los títulos de doctora y maestra en la Facultad de Artes y Letras Humanas, convirtiéndose además en catedrática de Filosofía y desempeñando roles de conciliadora y examinadora. Su destacada labor la llevó a ser admitida en la Real Academia Española. No obstante, este caso excepcional no marcó un cambio significativo en la histórica exclusión de las mujeres en el ámbito universitario, que persistió hasta el siglo XX.
Al año siguiente, recibió el grado de doctora y el nombramiento de catedrática honoraria en la Universidad de Alcalá, todo ello autorizado por el rey Carlos III.
En 1789 casa con Rafael Antonio Alfonso de Sousa, Marqués de Guadalcázar, sellando un enlace entre dos casas ilustres. Se sabe que sus traducciones del griego partían de versiones en francés, un detalle que revelaría lo limitado de su instrucción en lenguas clásicas. Incursionó en la traducción de textos de agricultura a instancias de la Sociedad Económica Matritense, institución que la aceptó en 1786 gracias al apoyo de figuras como Jovellanos.
Aunque murió joven, a los 35 años, su legado como pionera en la academia femenina es indiscutible. Un siglo después de su doctorado, la doctora en Medicina Martina Castells Ballespí recogería el testigo en Madrid en 1882.
En 1992, en su honor, Alcalá de Henares instauró el Premio de Investigación María Isidra de Guzmán, promoviendo estudios universitarios sobre mujeres.
Hoy, su memoria se mantiene viva en colegios, calles, centros de salud y una escultura en la Plaza de España de Guadalcázar. La calle María de Guzmán en Madrid y varios homenajes en Alcalá de Henares perpetúan la figura de esta pionera que, con mayor o menor fortuna, abrió la puerta del saber a las mujeres en un tiempo en que era poco más que un sueño lejano.
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