¿Te has planteado algún objetivo para comenzar después de las vacaciones? Quién no se ha dicho alguna vez que a partir de septiembre empezaba con algún proyecto con toda la buena intención del mundo aunque con escasa planificación. Al fin y al cabo es normal, ya que en el colegio nos enseñan muchas cosas pero no a prepararnos objetivos.
Lo realmente curioso, es que simplemente pasando un filtro en la definición de tu objetivo multiplicarás tus opciones de lograrlo. Para ello, puedes seguir los siguientes pasos:
Claro, concreto y específico: Es lo que se llama llevarlo a tierra, se trata de pasar de un objetivo general a concretar qué es lo que queremos lograr en concreto.
Formulado en positivo: Resulta mucho más motivador cuando en lugar de centrarnos en lo que no queremos somos capaces de visualizar aquello que deseamos.
Iniciado y mantenido por uno mismo: Uno de los hándicaps comunes es plantearnos objetivos en los que al menos una parte no depende de nosotros, por lo que su logro estaría supeditado a terceros.
Verificable sensorialmente: Has de preguntarte qué verás, oirás y sentirás cuando lo logres, e incluso cómo sabrás que estás en el buen camino a lo largo del proceso.
Definido en el tiempo: Como decía Walt Disney “la única diferencia entre un sueño y un objetivo es la fecha”. Así que ponle fecha tanto a tu proyecto final como a los diferentes pasos previos.
Ecológico: Algo que también hemos de plantearnos es qué impacto tendrá en nuestro entorno luchar y conseguir nuestra meta.
Importante y motivador: Comprueba que está alineado con tus valores y que realmente te ilusiona conseguirlo. En ocasiones nos sentimos frustrados al no alcanzar nuestra meta cuando en realidad no se trataba de algo importante o motivador para nosotros.
Ahora, si repasas tus proyectos que quedaron en el camino podrás comprobar cómo no cumplían algunas de estas características. Así que si deseas resultados diferentes, prueba utilizando un método diferente.
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