Los sicarios de Alsasua, el chungo de Bódalo y la defensa del pobrecito Alfon es la llamada de los guiños de líderes como Colau, Carmena y muchos otros a esa extrema izquierda que cruza finamente las barreras no ya del Estado de Derecho, sino del respeto a la dignidad humana. Y es que, desde su punto de vista existe una extrema ideología (izquierda) que es más digna que otra extrema ideología (ultra-derecha). Fíjense, los perros callejeros haciendo suya la superioridad moral y el saberse seguros de tener en sus manos la receta definitiva al orden público (o anárquico).
La última estratagema de nuestra indisciplinada izquierda ha sido justificar que el asesinato del legionario por el señor Rodrigo Lanza ha sido en defensa propia. Se puede plantear que en defensa propia, Lanza tuvo el tiempo suficiente para tomar una barra de hierro para abrirle la cabeza a Víctor Laínez y ya de paso fumarse un cigarro mientras le pateaba la cabeza. Esta última agresión confirmada tras la autopsia de la víctima. Lanza que ya tiene un currículum envidiable tras haber dejado tetrapléjico a un Guardia Urbano. Y que para hacer más honor a su linaje, es descendiente de los golpistas chilenos que acabaron con la socialdemocracia de Allende. Ahora bien, serán los tribunales quienes deban tomar cartas en este asunto.
Sea como sea, los guiños de la izquierda de Iglesias y Colau a los extremismos antisistemas de los que ellos mismos provienen y a los nacionalismos periféricos no es gratuita. Tiene un precio. Lo ha tenido y lo va a tener en tanto en cuanto la arena sobre la independencia catalana sigue siendo aún un campo de batalla entre la derecha españolista y la izquierda periférica. Esa izquierda que todavía grita al unísono de “Dios, patria, rey y fueros” en las masías geronesas. Esa izquierda que ni es izquierda ni es derecha y es toda tradición, conservadurismo e inamovilidad y que pretende legitimarse como (contra)revolucionaria.
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