La poca o nula apreciación por el mérito que se da en este país desde tiempos inmemoriales produce goyescos “monstruos” como el que ha presidido la Federación Española de Fútbol durante un buen puñado de años. Este señor, que está siendo investigado por su participación ciertas presuntas historias turbias, tras salir del preventivo presidio, una vez pagada la fianza de rigor (trescientos mil euros), tuvo a bien convocar a la prensa en un hotel de Madrid para presentarse como un tipo sin mácula al que la impía animadversión de unos cuantos ha convertido en un “leproso”, un repudiado. Mediante un planteamiento maniqueo se exponía como un mártir al que ciertas inquinas lo han situado en la comprometida contrabasa del público repudio.
No pude ante tal comparecencia recordar la historia de Fray Luis de León, encarcelado tres años, también preventivamente, por ejecutar determinadas traducciones bíblicas a la lengua romance. Este clerical literato, lejos de mostrar sentido del agravio alguno, parece ser que reanudó las clases en su cátedra salmantina como si nada hubiese sucedido, allende que la procesión transcurriese por sus interioridades más arcanas. Halló, eso sí, el desahogo que otorga el cauce poético cuando escribió las dos quintillas que llevaron el título de “A la salida de la cárcel”.
Impetuosos ambos aludidos, asimismo los dos recibieron formación religiosa (Fray Luis de León con los agustinos y Ángel María Villar con los jesuitas); los dos ocuparon cargos de relevancia y obtuvieron éxitos intelectuales y deportivos respectivamente. Ambos estuvieron (Villar sigue) enredados en luchas de poder, conspiraciones, componendas… saliendo escaldados. Si bien parece que Fray Luis aprendió del castigo y cantó a la vida retirada; Villar no se resigna a no seguir en el machito.
Hasta aquí los paralelismos. Porque hay considerable distancia (huelga apuntarlo) entre Fray Luis y Villar en lo que respecta a los logros y valía personales, no en vano el agustino fue un héroe intelectual que nos ha legado fascinantes obras que han contribuido considerablemente a consolidar la que es en la actualidad segunda lengua más hablada del mundo, en tanto que el vasco no pasó de ser un jugador correcto y, después, un obscuro burócrata que en un momento dado se encontró por casualidad con la mejor generación de balompédicos ejercientes que ha dado el país.
Y en lo que más distan uno de otro es en fariseísmo, ya que mientras Fray Luis escribiera: “Vivir quiero conmigo;/ gozar quiero del bien que debo al cielo,/ a solas, sin testigo,/ libre de amor, de celo,/ de odio, de esperanzas, de recelo”, Villar lanza invectivas contra unos y otros, envolviéndose a sí mismo en un inverosímil manto de impecabilidad, diciendo cosas como: “Mire usted, nadie es imprescindible, lo que estoy luchando es por la injusticia que se está cometiendo, por mí, por la organización de la Federación, donde he estado veintinueve años y se han conseguido los mayores éxitos deportivos, económicos y de toda índole”. Y, dado que habrá de ser la Justicia la que dictamine si es o no inocente, precisamente él, que es profundo cristiano practicante, habría de recordarse la “Parábola del fariseo y el publicano” (Lucas 18, 9-14), que dice así: “[…] Dos hombres subieron al templo a orar; uno era fariseo y el otro era publicano. El fariseo, de pie, hacía en su interior esta oración: ‘Oh Dios! Te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano. Yo ayuno dos veces por semana y pago los diezmos de todo lo que poseo’. El publicano, por el contrario, manteniéndose a distancia, no se atrevía ni a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: ‘Dios, compadécete de mí, que soy pecador!’. Os digo que este descendió a su casa justificado y el otro no, porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.
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