MADRID, 13 (OTR/PRESS) De Pedro Sánchez se sabe que tiene por costumbre reprochar a los demás aquello que él practica. Tiene guasa que diga que Alberto Núñez Feijóo juega con las "cartas marcadas" -en supuesta connivencia con la judicatura- quien lleva años colonizando las instituciones del Estado colocando al frente a correligionarios cuando no directamente amigos personales. La acusación es grave porque en puridad esta acusando de prevaricación a los jueces. Así lo ha señalado Emiliano García Page: "Creo -ha dicho el presidente de Castilla La Mancha- que cuando se plantea que un juez está en connivencia con agentes externos, en este caso con el PP, le está acusando de prevaricación. Yo -concluye el dirigente socialista- haría una afirmación así si lo pudiera demostrar". La acusación es muy grave y se prolonga en insidia porque, hasta la fecha, Sánchez no ha ido a los tribunales a denunciar lo que, de ser cierto, sería un delito muy grave. El peor que puede cometer un juez. Cabría preguntar a qué responde todo esto y si no estaremos ante el Sánchez de después de la investigación a la que está siendo sometida su esposa, Begoña Gómez, acusada de presuntos delitos de tráfico de influencias y corrupción privada. Una imputación que le llevó a escenificar aquél teatrillo de amago de retirada. Que ahora el Tribunal Supremo tenga abierta causa contra el fiscal general de Estado o contra José Luis Ábalos, quien fuera su mano derecha en el Gobierno y en el partido, le debería haber llevado a reflexionar acerca de lo que está a la vista de todos. Casos de presunta corrupción. Y los jueces cumplen con su tarea cuando con independencia de la filiación política de los encausados llevan a término los correspondientes procesos. Cuando -casos Bárcenas o Gürtel- los investigaciones sobre la corrupción salpicaban al gobierno del PP, Sánchez, ya entonces en su papel de jefe de la oposición, nada tenía que objetar sobre la actuación de los jueces. Una acusación tan grave, en boca de quien está a la cabeza del Ejecutivo, solo se sustenta sí puede demostrar lo que dice. Esta vez parece que ha ido demasiado lejos.
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