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¿Se acabó el wokismo?

Julia Navarro
viernes, 31 de enero de 2025, 08:00 h (CET)

MADRID, 30 (OTR/PRESS) En los últimos días los medios de comunicación estadounidenses abren sus páginas a intelectuales y profesores universitarios que intentan desbrozar cómo será el futuro del país presidido por Donald Trump.

Son interesantes estas reflexiones, sobre todo porque, ya sean artículos firmados por partidarios de Trump o por quienes se le opusieron de frente, todos parecen coincidir en algo: el movimiento woke tiene los días contados. Y también coinciden que precisamente el "wokismo" defendido y apuntalado por las elites del Partido Demócrata, ha sido una de las causas, sino la principal, de la derrota de su candidata, Kamala Harris.

Escuchar es algo que se le da mal a todo aquel que está tan convencido de que la razón le asiste y puede que el Partido Demócrata se negara a escuchar a buena parte de la sociedad, incluidos muchos de sus votantes.

Vaya por delante que el nacimiento de este movimiento tenía razón de ser: la comunidad negra alzaba su voz contra las injusticias que lleva siglos padeciendo. Así surgió el Black Lives Matter, como respuesta a la brutalidad con que la policía viene tratando a los negros. Pero es mucho más, bajo este término hay toda una filosofía: la defensa de los derechos de las minorías.

El problema es que el movimiento woke, un movimiento en principio liberador, ha terminado ejerciendo una dictadura, poco sutil, imponiendo la censura ante cualquier discrepancia e imponiendo "lo correcto" en todos los órdenes de la vida.

En los campus de Estados Unidos, cualquier alumno puede pedir que no se estudie o se lea sobre un acontecimiento o autor por considerarlo políticamente incorrecto. En el Estado de Florida se han "prohibido" autores como Isabel Allende o Federico García Lorca... Es decir, lo woke se empezó a convertir en sinónimo de censura. El caso más paradigmático fue el anuncio de que los libros de Roald Dahi han sido reescritos, suprimiendo palabras y adornando los cuentos con elementos que nada tienen que ver con la obra del autor. O que la famosa obra de Agatha Christie "Los Diez Negritos" perdía el término "negritos" para titularse "Los diez". Sin palabras.

Y lo más terrible: en Canada, en el 2021, la comisión escolar de Ontario mandó quemar 4.700 obras de las bibliotecas públicas al considerar que sus contenidos estaban "desactualizados" y eran "inapropiados, e también incluyeron obras en las que se utilizara la palabra "indio" o "esquimal", supuestamente para "combatir estereotipos negativos sobre los grupos a autóctonos". ¡Toma ya!.

Es decir, la quema de libros en la Alemania nazi ha sido imitada por los "buenistas" del movimiento woke.

También la "diversidad" se ha convertido en la enseña más preciada hasta límites que resultan artificiosos. Las películas de Disney pasaron a ser políticamente incorrectas y los "cuentos" clásicos de los Hermanos Grimm en poco menos que subversivos. Algunas de las antiguas películas de Disney son consideradas poco menos que perniciosas, y en las nuevas se cuentan historias que, para que se hagan eco de la diversidad, terminan siendo una mezcolanza disparatada.

Otro ejemplo, en un exclusivo "college" británico los alumnos pidieron al director que se retirara del comedor un cuadro con una escena de caza porque hería su sensibilidad. Y en distintas universidades estadounidenses los profesores se autocensuran no vaya a ser que cualquier alumno se sienta ofendido por una frase, recomendación de un libro, o teoría de algo que no se corresponda con la "verdad" actual. Los profesores se autocensuran por miedo a ser denunciados. O sea, se ha puesto en jaque la esencia de la Universidad, un lugar donde aprender, entre otras cosas de aprender a discrepar, conocer otras maneras de pensar, contrastar ideas, abrir las "ventanas" del cerebro al pasado y al futuro, al pasado porque es imprescindible conocerlo entre otras cosas para entender el presente, en cuanto al futuro para ser capaz de imaginarlo.

De todo, lo más preocupante ya digo es la censura y la autocensura a la que incitan los "bien intencionados" wokistas, lo que ha convertido a este movimiento, en principio liberador, en un movimiento reaccionario al intentar imponer su ideario o, de lo contrario, ser señalado.

Ahora, ya digo, llegan ecos desde Estados Unidos, de que lo woke dejará de ser el canon por el que regirse, al tiempo que muchos analistas señalan lo evidente: muchos ciudadanos se han rebelado ante la dictadura de lo woke y eso explica en parte el triunfo de Donald Trump. Lo woke dicen, ha sido la enseña de una minoría que ha impuesto su visión de la realidad a la mayoría y eso ha provocado que ahora llegue el pendulazo. Veremos.

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