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El centro educativo: un reflejo de la sociedad

Todos estamos de acuerdo en que la educación ha de preparar para la vida, pero no por ello debe imitar aquellos aspectos menos positivos de la misma
​Felipe Díaz Pardo
sábado, 8 de febrero de 2025, 12:40 h (CET)

El centro educativo es un microcosmos que refleja, en alguna medida, la sociedad en que vivimos. Al margen de la práctica que en ella se desarrolla, en algunas ocasiones, las actitudes inadecuadas o disruptivas, protagonizadas por los alumnos, que pueden considerarse cosas de niños, dependiendo de la gravedad de las mismas, reproducen actitudes que vemos también fuera de las aulas, fruto, tal vez del desconcierto actual de la sociedad. La vida diaria de un colegio o de un instituto recoge una amplia variedad de situaciones, algunas de ellas difíciles de creer y otras de compleja solución.

          

Si comenzamos nuestra exposición refiriéndonos a los comportamientos inapropiados de ciertos alumnos, encontraremos en los expedientes disciplinarios, instruidos a los chicos que se saltan las normas, una buena fuente de información.

          

A veces, esos comportamientos inadecuados se producen durante de los viajes culturales. En otras ocasiones, la conducta de los alumnos, que motiva una investigación por parte del centro, tiene que ver con el uso de motes a una alumna; pelotazos y situaciones donde a este se la pone en evidencia; ocultación de material escolar (mochilas, estuches, etc.) en lugares escondidos de la clase; o insultos más o menos indirectos o velados. Son situaciones que, en otros tiempos, todos hemos sufrido, pero que no por ello hay que consentir. Un tercer supuesto nos los encontramos con alumnos que muestran una actitud continuada de indisciplina a lo largo de los días, interrumpiendo las clases, increpando e insultando a los compañeros, faltando al respecto a los profesores. Este caso extremo de indisciplina deja constancia de los males que aquejan a algunos de los centros, en función, fundamentalmente, del contexto social en el que se ubican. En estas situaciones, las familias no cuentan con los medios para encauzar la conducta de sus hijos que, sin duda, repercutirá en su trayectoria vital del futuro.


Los comportamientos indebidos de ciertos alumnos se producen también en la calle, pero con conexión directa con el centro, y por los que luego los protagonistas de estos hechos solicitan partes de lesiones y ponen denuncias policiales, considerándose todos agraviados. En estas ocasiones los alumnos involucrados llegan a jurarse venganza, agredirse entre ellos y si no lo hacen ellos, lo harán sus amistades de fuera del centro, incluyendo las bandas y otros grupos violentos. Los alumnos implicados a veces tienen trece años, por lo que, en el supuesto, de incidentes más graves, son inimputables penalmente. Los padres no pueden con ellos y los chicos hacen lo que quieren, afortunadamente no en el centro, gracias a la intervención de los equipos directivos y equipos docentes, pero sí en la calle de al lado, por lo que la relación con el centro está totalmente probada, como decimos. 

          

Las agresiones entre los alumnos amplían el repertorio del que estamos hablando, que incluye la cuestión de la diversidad e identidad sexual, razón u origen de acosos por la intolerancia de aquellos quienes no aceptan la identidad sexual de algunos de sus compañeros o compañeras. Hablamos del acoso moral al compañero llamándolo “maricón”, insultándolo por los pasillos del centro y formando parte del grupo que propicia los insultos de “bujarra, maricón, gay, qué asco, gilipollas…”. Estas actitudes comienzan en el momento en que el acosado manifiesta de alguna forma su orientación sexual. Entonces hay compañeros que se apartan de él y el alumno, que intenta no dar importancia al asunto para no sentirse más extorsionado por aquellos que se burlan de él, queda aislado. Estos hechos provocan, obligatoriamente y en un primer momento, la imposición de una sanción disciplinaria, acción que habrá de ser complementada con medidas de otro tipo desde otros ámbitos del centro.


Siguiendo con la intención de relacionar la complejidad social del momento con el mundo educativo, no podemos dejar de incidir, en el sentido más amplio del término, en el tema del acoso escolar en sus diferentes variables que, aunque se intenta atajar desde el punto de vista disciplinario, supone un problema que supera lo meramente sancionador. Al margen de la apertura de estos expedientes por parte del centro, muchos son los casos en que es obligado abrir protocolos de acoso que, si bien la mayoría llevan a la conclusión de la inexistencia de indicios suficientes o no son concluyentes. Es entonces cuando se planifica una nueva observación por parte de los responsables educativos, se crea un registro de datos y seguimiento y se establecen medidas organizativas y de vigilancias en el centro, si se considera oportuno.


Son muchos los protocolos de acoso que algunos centros se ven obligados a iniciar para dirimir la existencia o no de tal conducta. La temática que origine la posibilidad de un acoso escolar o, cuando menos, de cierta extorsión a un compañero, es variada: referencias, como ya hemos apuntado, a la orientación sexual del acosado y a comentarios homófobos hacia él, quien, a veces, para evitar ser rechazado por el grupo, intenta mitigar ante los mayores la agresión recibida; increpaciones por el grupo de clase y cuchicheos para que el acosado lo escuche y se moleste; hechos puntuales en que uno al otro al otro “se miran mal”, se pegan al salir del baño, se ponen zancadillas, insultos, desprecios, juegos burlescos con los apellidos, rotura o maltrato del material; alusiones ofensivas por razón del origen o nacionalidad del alumno acosado.


Acabamos estas líneas aludiendo a otro aspecto candente en la actualidad como es el de las redes sociales, siempre presente hoy en día y origen de muchos de los problemas escolares que se producen, como el del rendimiento de los estudiantes, entre otros. A través de ellas se intercambian videos y fotos. A través de ellas se insultan y provocan. Y cuando se aconseja a los padres que sus hijos abandonen esas herramientas contestan con evasivas o, simplemente, hacen caso omiso de la recomendación.


Todos estamos de acuerdo en que la educación ha de preparar para la vida, pero no por ello debe imitar aquellos aspectos menos positivos de la misma, como los que acabamos de comentar. Será tarea de todos, por tanto, hacer posible que se consiga ese objetivo.

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