MADRID, 2 (OTR/PRESS)"Estamos volcados con Valencia. El Gobierno está volcado con Valencia". Lo dijo esta semana el ministro de Industria y Turismo, Jordi Hereu quien, además, anunció otros novecientos cincuenta millones en créditos al 0 por ciento para ayudar a reconstruir los desastres de la DANA en Valencia. Con los 16.000 millones ya comprometidos por Pedro Sánchez, más las ayudas privadas, las donaciones de empresarios, las anunciadas por la Generalitat valenciana, los pagos del Consorcio de Seguros, la acción impagable de los voluntarios, el reparto de comida y bienes de consumo gratuitos que aún sigue, el trabajo ímprobo de más de diez mil militares y de bomberos, policías, etc., el nombramiento de un comisionado especial del Gobierno para la reconstrucción, la designación de un vicepresidente de la Generalitat valenciana para esa misma tarea desde hace tres meses, casi cien días, debería haber logrado que esa zona, que esos cientos de miles de afectados hubieran podido recobrar una cierta normalidad. Nada más lejos de la realidad. El dinero no ha llegado apenas o lo está haciendo a cuentagotas. Sí llegaron, y rápido, las ayudas millonarias de empresarios como Fernando Roig o Amancio Ortega, las de miles de donantes privados, poco a poco las de la Generalitat y en menor medida las del Gobierno, incluso con planes de "Respuesta Inmediata". Hay miles de casas y locales que no han podido volver a ser usados y que, posiblemente, no lo puedan ser nunca. Se han perdido 130.000 coches en la riada, muchos siguen apilados o en medio de las calles, y no hay dinero para comprar uno nuevo. Muchas casas no disponen todavía de gas, de electricidad o no funciona el ascensor. Muchos garajes siguen inundados o sin posibilidad de ser usados. Hay miles de comerciantes y empresarios que no han podido reabrir sus negocios y que ni siquiera encuentran otros locales para hacerlo, porque ante la carencia, los precios se han disparado. Ni pueden producir ni pueden subsistir. Muchas calles de los pueblos afectados siguen siendo practicables a medias. La normalidad es unza quimera. Y, sin embargo, la política, la buena política, la de la colaboración y el consenso, la de todos a una, sigue ausente en Valencia. El presidente del Gobierno, que no descarta ir a Ginebra para entrevistarse con Puigdemont, ha visitado Valencia pero no ha querido reunirse con el presidente Mazón. El responsable de la Generalitat y el comisionado del Gobierno para la reconstrucción, José María Ángel aun no se han reunido ni una sola vez. (Por cierto, Ángel, que fue secretario de Emergencias del Gobierno del Botanic formado por el PSPV y Compromis, responsable de no haber hecho nada para prevenir riadas como la del 29 de octubre, acaba de ser designado presidente del PSPV por la ministra de Ciencia, Diana Morant, nueva secretaria general del PSOE en Valencia. Se nota que le sobra tiempo). En Valencia se ha vuelto a producir la cuarta manifestación, cada vez con menos gente, convocada por doscientas asociaciones, todas ellas de izquierda, claro, para exigir la dimisión de Mazón por su nefasta gestión. Del resto de los nefastos responsables, nada. Y la delegada del Gobierno en Valencia, ha dicho que "necesitamos poner la mirada feminista en la reconstrucción" en lugar de ponerse con todas las fuerzas y todos los medios en la cooperación de todas las instituciones para la reconstrucción. Este lunes, casi cien días después de la DANA, se reunirá por primera vez el "Comité de Expertos del Gobierno para la Reconstrucción" y a ella está convocado el vicepresidente de la Generalitat para la Recuperación, Gan Pampols. Treinta y tres expertos, presididos, casualmente, por otra ex alto cargo del Gobierno del Botanic, que van a reflexionar, analizar y buscar fórmulas colaborativas y que elaborarán un informe antes de seis meses "para abordar la reconstrucción, rehabilitación y reparación de los municipios afectados por las riadas". La mejor manera de no hacer nada es crear una comisión. Más les vale a los ciudadanos valencianos que se busquen la vida. Y luego se extrañan de que los votos se vayan a los extremos y que los jóvenes se sientan desencantados con la democracia.
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