MADRID, 5 (OTR/PRESS) La admisión a trámite por la mesa del Congreso de la proposición no de ley de Junts (Puigdemont) que insta al presidente del Gobierno a someterse a una cuestión de confianza genera pocos interrogantes. Sabido que, con arreglo al ordenamiento constitucional, plantear dicha cuestión es prerrogativa exclusiva de quien ocupa la Presidencia del Ejecutivo y -lo que es determinante- que la semana pasada, tras el Consejo de Ministros, Pedro Sánchez dejó claro que no tiene intención de promoverla ¿tiene alguna virtualidad práctica? ¿algún sentido? La verdad es que no lo parece. Más allá del carácter simbólico y de un cierto potencial mediático la cosa quedará en un fuego de artificio. Una iniciativa del prófugo Puigdemont para seguir dando fe de vida política. Sin otra consecuencia que acaparar ese día los primeros renglones de las escaletas de los telenoticiarios. Así las cosas cabe preguntarse por qué Sánchez, que en un principio se cerró en banda ante la exigencia del inquilino de Waterloo, acabó cediendo. La respuesta sería que, tal y como Junts ha reformulado la proposición, la cosa quedará en un teatrillo sin consecuencias políticas. Sánchez saldrá indemne y Puigdemont salvará la cara, puesto que podrá aducir ante los suyos que él ha conseguido que el Congreso tramitara la iniciativa y podrá seguir presumiendo de que tiene vara alta en la agenda de la vida política española. Iniciativa que a la postre se revelará inocua porque Puigdemont amaga pero sin arriesgar. Aunque podría hacerlo. Podría porque de querer de verdad poner al presidente del Gobierno contra las cuerdas le habría bastado con anunciar que Junts estaría dispuesto a respaldar una eventual moción de censura caso de que fuera presentada por algún grupo de la Cámara con número suficiente de diputados para poder hacerlo -mínimo 35, según establece la Constitución. Ese anuncio, de producirse, sí que habría quitado el sueño a Pedro Sánchez. Pero a la vista de cómo se ha desarrollado el guion, dormirá tranquilo porque todo quedará en tramoya, una más del teatro parlamentario.
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