MADRID, 6 (OTR/PRESS) No es la primera vez que escribo que Pedro Sánchez debería cambiar de asesores. Los 'consejos' que le vienen dando y él pone en práctica le han llevado a convertirse en una caricatura de sí mismo. Eso de acusar a todo el que no le hace la pelota de formar parte de la extrema derecha mundial es algo tan disparatado que roza la banalidad. Y eso me lleva a recordar un debate celebrado allá por los albores de la Transición entre Marcelino Camacho y Nicolas Redondo a propósito del resultado de las elecciones sindicales. En un momento dado, Nicolas Redondo dijo: "Mientes Marcelino y tú lo sabes". La frase se convirtió en un chascarrillo que se utilizaba en la "calle". Y esa frase me viene a la memoria cuando escucho a Pedro Sánchez cuando se 'inventa' o le 'inventan' que todos los periodistas que muestran discrepancias con sus políticas son de extrema derecha. Es mentira y él lo sabe. Pero en la banalidad también se esconde la maldad. Recordemos a Ana Arendt. Pedro Sánchez, no sé si por iniciativa propia o por consejo de sus asesores, viene perpetrando el peor y más imperdonable de los errores: polarizar el país. Los malos son quienes se atreven a disentir de cuanto él y su gobierno hacen, los buenos los que le aplauden y buscan justificación a sus desmanes. Habrá un día, por lejano que sea, en que Pedro Sánchez dejará de ser presidente porque no pueda formar gobierno y, ese día, los mismos que hoy le aplauden hasta con las orejas empezarán a hacerse los distraídos y a criticarlo. Pero vuelvo al principio, acusar a todos los que disienten de sus políticas de ser de "extrema derecha" es un error porque está banalizando y restando peso a lo que significa la extrema derecha. La cuestión de fondo es que Pedro Sánchez y los suyos encajan mal la libertad de expresión, la libertad de criticar, la libertad de disentir de sus políticas. Y se defienden con frases hechas, con exabruptos, esparciendo "barro". La banalidad de los argumentos y descalificaciones con que intenta desprestigiar a quienes osan disentir de sus políticas, no lograran ningún objetivo. Pero eso no se lo dirán quienes le hacen la "pelota" y sacan rédito de sus halagos tan empalagosos como falsos. Una democracia no es tal si la libertad de expresión no está garantizada sin ser objeto de persecuciones ni descalificaciones interesadas. Dedicarse a la política o a cualquier actividad pública conlleva que los demás puedan emitir un juicio negativo y naturalmente a nadie le gusta que le critiquen. Pero los políticos están en un permanente escaparate y les guste o no sometidos al escrutinio de la opinión pública. En ocasiones las críticas están fundadas en otras no tanto, pero la manera de hacerlas frente no es esparcir fango sobre quienes las hacen. Y eso es lo que hace el Presidente y sus acólitos. Se presentaron a las anteriores elecciones al grito de "¡Que viene la extrema derecha" y le han cogido gusto al eslogan porque se lo calzan a cualquier discrepante. Es cierto que en todo el mundo empiezan a aflorar con fuerza partidos extremistas de derechas pero eso no significa que todo aquel que discrepe de Pedro Sánchez o critique la acción gubernamental o sea un mentiroso o miembro de la extrema derecha. Vienen abusando tanto de colocar este 'sambenito' que ha terminado perdiendo sentido y el personal ya se lo toma a título de inventario. La banalidad con la que se usan palabras y conceptos termina provocando que carezcan de sentido. ¿Se atreverá alguno de esos costosos asesores a decírselo?
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