MADRID, 14 (EUROPA PRESS) Tomo prestado el título del libro Manuel Cruz (RBA Libros y Publicaciones, mayo 2024), expresidente del Senado y catedrático de Filosofía Contemporánea, con la sana intención de desbordar el almíbar que destila el Día de los Enamorados, que hemos celebrado este viernes 14 de febrero a mayor gloria de las tiendas de regalos. Nada mejor que honrar la fecha con la lectura de este apasionante viaje al pensamiento de los filósofos que, a lo largo de la historia, intentaron comprender qué significa amar y ser amado. Hasta el punto de rivalizar con Descartes ("Pienso, luego existo") en la primacía de nuestra razón existencial, aunque Cruz lo considera una simple reformulación de la respuesta a la pregunta: ¿Nos reconocemos mejor al pensar (hacia dentro) o al amar (hacia fuera)? Respuestas de todos los colores. Desde Euclides (Vivir para pensar) hasta los figurantes del reality "La isla de las tentaciones" (Vivir para amar). Todo vale: erotismo, carnalidad, sexo reproductor, sexo recreativo, mística teresiana del amor a Cristo, el amor como "locura transitoria" (Castilla del Pino), etc. Con abundante información de cómo amaron los propios pensadores: "Los estoicos, con paciencia; los vitalistas, con entusiasmo y los nihilistas con pesimismo", dice la solapa. En todo caso, de forma tan placentera o amarga como el resto de los mortales, sometidos a las leyes de la carne y del espíritu, que no siempre van acompasadas. Todo eso lo vemos a través de las grandes historias de amor alojadas en nuestra memoria. Desde Abelardo y Eloisa (el amor como herejía en pleno siglo XII) hasta Sartre y Simone de Beauvoir (el amor teatralizado por una causa política en pleno siglo XX), pasando por los amores lascivos de Agustín de Hipona antes de ser el San Agustín enamorado de Dios que acabó de obispo (siglo IV antes de C.). El viaje de Manolo Cruz nos deja impagables perlas documentales que afectan a grandes figuras históricas, como la descarga de machismo verbal avant la lettre de Jean Paul Sartre: "Lo maravilloso de Simone es que tiene la inteligencia de un hombre y la sensibilidad de una mujer", que por aquel entonces ya escandalizó a la gran Hanna Arendt. Por cierto, que nadie ha profundizado tanto como Cruz en la borrosa historia sentimental de la pensadora judía ("La banalidad del mal") con su maestro, Martin Heidegger ("El ser y la nada"), sin desatender la desigual peripecia de los dos matrimonios de Arendt y el hecho de que esta dedicase su tesis doctoral sobre el concepto del amor en San Agustín. Si ustedes se perdieron la reciente exposición del amor en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas (120 obras de 80 artistas distintos sobre el amor romántico, familiar y social del último medio siglo), les recomiendo el libro de Manolo Cruz para no perder comba.
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