MADRID, 19 (OTR/PRESS)Si hemos de decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, habremos de confesar que, durante las jornadas de la Semana Santa, el periodista tiene pocas oportunidades de toparse con alguna fuente digna de interés. Algún concejal en busca de popularidad en una o dos procesiones, bastantes llamadas telefónicas generalmente inatendidas* Pero dos de ellas, de alguna importancia, me han llamado especialmente la atención, porque, procedentes de sectores ideológicos distintos, me transmiten la misma idea: puede que, tras la desesperación y el desconcierto, aún sea posible un cierto optimismo. ¿De veras?, pregunto. De veras, piensan con cautela. Cierto es que da la impresión de que la tensión internacional provocada por los dislates del hombre que reside en la Casa Blanca ha disminuido. El inquilino puede tener rasgos de insania, pero, desde luego, no es tonto, y parece haber percibido que su popularidad decrece incluso, o sobre todo, en la 'América profunda'. Abrir la caja de Pandora -no estoy seguro de que el inquilino sepa qué es eso-tiene sus peligros. Ha hecho temblar a demasiados durante demasiadas semanas como para que su indudable tirón popular se mantenga incólume. Quizá por eso los tambores guerreros ya suenan menos fuertes y se confía en encontrar luz al final del túnel cuando venzan esos noventa días de plazo unilateral para consolidar una negociación comercial con la Unión Europea. Resulta curioso cómo la imagen frágil de Georgia Meloni con el personaje de rostro enfurecido ha servido para calmar muchos ánimos que buscaban desesperadamente calmarse. Claro que todo puede ser un espejismo ante un personaje para el que la seguridad jurídica, la armonía en las relaciones internacionales, la moralidad política y la equidad son términos que significan muy poco. Así que habrá que aguardar y ver si Washington sigue reculando, siempre en medio de bravatas y amenazas, eso sí. Porque donde encontré verdadero optimismo el día de la víspera de resurrección fue en el terreno nacional. El acercamiento entre el PSOE y el PP se por hecho, con todas las dificultades del mundo, pero parece un hecho, o al menos una aspiración largamente sentida por una inmensa mayoría de ciudadanos. Y muchas veces frustrada. Las tensiones internacionales han servido, al menos aparentemente, para aplazar las internas. Me aseguran que ha habido 'telefonazos ' entre las dos orillas principales de la política nacional incluso en estos días en los que presidente, ministros, viceministros y líderes de la oposición, y hasta Puigdemont, que es quien desestabiliza el tablero, han estado virtualmente desaparecidos del primer plano público. Sé que estoy hablando apenas de una impresión, basada en conversaciones circunstanciales y no en hechos irrefutables. Pero me parece que tan irresponsable sería lanzar las campanas al vuelo como empeñarse en que los dos principales actores de la política nacional siguen -o sigan-enzarzados en una pelea que de nada, excepto para envilecer la cosa pública, sirve. Ya llegarán las campañas electorales, cuando lleguen, para volver a la tensión, a la sal gorda y a las necedades verbales. Déjenme que, en este día de resurrección, saque del baúl aquel viejo optimismo confiando en acuerdos que nunca llegaban. Sería extremadamente irresponsable frustrar los tenues rayos de esperanza ante el nuevo curso político, que va a estar, cómo no, lleno de 'judicializaciones', de guerras por el poder y de desencuentros. No nos falléis (más) por favor.
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