MADRID, 21 (OTR/PRESS) Lo más parecido a un tonto de derechas es un tonto de izquierdas, y lo más parecido a un autoritario de izquierdas es un autoritario de derechas. Bueno, pues los tontos y autoritarios de izquierdas, que están ahora en el Gobierno, no quieren que a 149 metros de una escuela, o de una guardería, la terraza de un bar tenga una sombrilla donde en las viseras aparezca escrita una marca de cerveza. Se supone que esos escolares, cuando cumplan 16 años y empiecen con el botellón, sólo consumirán agua mineral, zumos, té, café y gaseosas. En cambio, si a cien metros del centro escolar los alumnos pueden contemplar, tanto en el respaldo de las sillas como en los parasoles, una palabra que se asocie a una marca de cerveza, esa proximidad les convertirá en unos alcohólicos de provecho. Me parecen bien las medidas para restringir la publicidad de las bebidas alcohólicas, pero me parece mal que, cuando se pongan a legislar, los redactores no tengan la precaución de no caer en exageraciones. El modesto empresario del bar no amuebla la terraza con cargo a sus magros beneficios, sino que la empresa cervecera le regala las sillas, mesas y sombrillas, no porque su generosidad y misericordia sean espectaculares, sino porque, a cambio, el modesto empresario le encarga las bebidas, y en el mobiliario aparece la marca del producto. Ahora bien, si los autoritarios y bobos legisladores están convencidos de que, a 50 y a 100 metros de distancia, una niña de nueve años puede leer perfectamente lo escrito en el respaldo de una silla, y, encima, eso va a contribuir a convertirla en una alcohólica el día de mañana, por favor, que no tarden en poner en marcha un cuerpo de inspectores y detengan a los padres de menores que, cuando se sientan en su casa a ver un partido de fútbol por la televisión, se beben una cerveza... ¡e incluso dos! sin reparar en que les están viendo sus hijos. Decía Napoleón -que legisló mucho y bien- que una de las maneras de incitar a incumplir las leyes es redactarlas de manera muy estricta y severa. Y el corso sabía de lo que hablaba. Educar no es aislar al niño de la realidad, al contrario, es enseñarle a observar la realidad y ayudarle a distinguir lo positivo y lo negativo, lo saludable y lo perjudicial, lo bueno y lo malo. Por ejemplo, es malísimo que la tontería y el autoritarismo caminen juntos. Acuérdense de Trump.
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