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César Valdeolmillos
César Valdeolmillos
Nuestro vacío identitario es de tal naturaleza, que solo se puede evaluar constatando la capacidad intelectual de los dirigentes a los que elegimos

En 1900, Joaquín Costa, uno de los grandes intelectuales españoles, en el contexto gubernamental de un proceso regenerador de la sociedad española, consideró que para lograr esa transformación de España, la misma habría de asentarse sobre dos pilares, sin los cuales el proyecto estaría condenado al fracaso: la escuela y la despensa.

"No existe una amenaza más peligrosa para la civilización que un gobierno de hombres incompetentes, corruptos o viles", (Ludwig von Mises)

Desde que erróneamente aceptamos la falsa realidad de la “globalización”, una buena parte de la sociedad ha convertido el concepto “ecologismo” casi en una religión. Los valedores de esta doctrina, propugnan la defensa de la naturaleza a ultranza, y la preservación del medio ambiente. Pero la naturaleza es una fuerza viva que, en su propia esencia, se alimenta de un instinto que genera su conservación y desarrollo.

España es todo un símbolo en la historia de los pueblos, un proyecto indestructible con vocación universal

Hoy sufrimos la amenaza de los que contemplan una España plurinacional. Pero España no es la suma de sus pueblos. No es la suma de sus 52 provincias, ni sus 17 autonomías. España es mucho más que el deseo de aquellos que quieren destruirla o hacer de ella un puzle irreconocible. España es el resultado de lo que hicieron nuestros padres desde hace 2500 años.

El primer día de regreso a las aulas, es una sorprendente experiencia para nuestros niños; es la gran fiesta en la que despertarán a un ilusionante amanecer

Si un espectáculo hermoso se ha podido presenciar en estos días, ha sido el de la vuelta al colegio de nuestros niños. Bastaba con aproximarse a la puerta de cualquier colegio y contemplar la llegada de nuestros ángeles —sí, nuestros, no del Estado— con sus mochilas a la espalda. Algunas abultaban casi más que sus diminutas figuras, con sus falditas o pantalones cortos, cogidos de la mano de sus padres o abuelos.

Una de las más graves consecuencias de la democracia, es que permite imponer lo que diga una mayoría bajo el sofisma de que es lo mejor, lo cierto, lo verdadero, lo auténtico. Hacer que la voluntad de los más sustituya a la certidumbre; suplantar la sustancia por la entelequia, la evidencia por la irrealidad, la cantidad por la calidad.

Más de 150.000 personas se manifestaron recientemente en la madrileña plaza de Colón contra los indultos que el Gobierno de Pedro Sánchez proyecta conceder a los golpistas del 1-O. Unos delincuentes que no sólo no se han arrepentido de los graves delitos cometidos, sino que han reiterado su intención de volverlo a hacer.

El calendario dice que hoy tengo que acordarme de ti, madre: decirte que te quiero, y hacerte un pequeño presente como prueba de mi cariño.

Harto de la mierda en que se ha convertido la política española, y de la jauría sedienta de dinero, poder y revancha que últimamente se ha apoderado de la misma, me había prometido a mí mismo, el no ocuparme más de ella, pues la sola mención de cualquiera de los hechos y/u omisiones de esta manada de depredadores, elegida por nosotros mismos, me produce náuseas.

Recuerdo aquel memorable discurso pronunciado en el Congreso de los diputados por el entonces

Presidente, Adolfo Suárez, en el que dirigiéndose a todos los españoles, asemejaba la transformación total del país, a la reforma general de una casa. “Sin que dejara de funcionar la luz, ni faltara agua en las cañerías”.

Pero que nadie caiga en la candidez de creer que con esto se ha cerrado un capítulo perturbador de nuestro acontecer político actual. Por el contrario, esto no ha hecho más que empezar, porque eliminada la histórica figura del Rey Juan Carlos, ahora el punto de mira señala la figura de su hijo, el Rey Felipe VI

No puedo evitarlo. Cada vez que veo el vídeo que los fontaneros de la Moncloa prepararon para recibir a quien les había colocado allí, me parece estar contemplando al emperador Augusto entrar triunfalmente en el Olimpo, aplaudiéndose así mismo al tiempo que su figura protectora se alza sobre los beneficiados que servilmente le rodean, seviros augustales, encargados del culto al emperador, que a menudo había sido divinizado.

Con frecuencia solemos leer o escuchar opiniones que afirman que tenemos un Gobierno inepto e incompetente. Yo diría que aparentemente inepto, y aparentemente incompetente, porque los pasos dados hasta el momento por el ejecutivo, han dado lugar a que una buena parte de la sociedad.

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