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César Valdeolmillos
César Valdeolmillos, profesional desde 1957, ha desempeñado su labor como periodista en multitud de medios de comunicación como Radio Madrid, Radio Granada de la Cadena Ser, La Crónica y un largo etcétera. También ha estado al frente del gabinete de prensa de la Federación Granadina de Comercio, el Colegio Oficial de Farmacéuticos de Granada y Vocal de prensa de Unicef y Cruz Roja Española en Granada.
Gran conferenciante, ha desarrollado una intensa labor como crítico musical, siendo miembro activo de la Cadena de Comentaristas de discos Latinoamericana y uno de los cronistas más antiguaos del Festival Internacional de Música y Danza de Granada. En el campo de la política, desempeñó las funciones de Secretario Provincial de Información y Portavoz de la UCD en Granada. Asimismo, fue Primer Teniente de Alcalde y presidente de la Comisión Delegada de Fiestas del Ayuntamiento de Granada. En 1983 recibió el premio ACYME por unos artículos en defensa de la españolidad de Ceuta y Melilla y en 2004 le fue entregada la insignia de Oro del Ayuntamiento de Granada. |
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Argentina, un país aclimatado desde hace muchos años a vivir sumido en la aflicción, la injusticia y el dolor, ha contenido el aliento estremecido de estupor. Lucio Dupuy, un ángel inocente de cinco años, perdió la vida a manos de su madre y la novia de esta, como consecuencia de una última golpiza salvaje.
En cualquier país, la bandera es un símbolo poco menos que sagrado. Simboliza el compendio de su historia, de su ser y su sentir, su identidad y sus raíces, lo que une a todos sin distinción. Por eso, generalmente, en todas partes es amada y respetada. Bueno, en todas partes menos algunas excepciones como las comunidades autónomas vasca y catalana de España, en las que una parte de la sociedad, la odia y la ultraja impunemente.
Se han cumplido 44 años de aquel hecho histórico en el que los españoles, al aprobar por una abrumadora mayoría de casi el 92%, la Constitución de 1978, decidimos cerrar las heridas producidas por la guerra civil del 36, y juntos, encarar un nuevo futuro.
Excúsenme si para expresar gráficamente lo que está ocurriendo en España, acudo a una de las imágenes, que entre los recuerdos de mi niñez, tengo grabadas. El calendario debería mostrarnos la España de la postguerra. Más o menos, mediada la década de los años cuarenta del siglo pasado. La España paupérrima, que tras una conflagración entre hermanos, heredamos millones de españoles.
Si se preguntara a las nuevas generaciones por quiénes hicieron posible la transición a la democracia, en España, ¿cuántas personas darían una respuesta que se aproximase a la realidad? Me temo que muy pocas, y seguramente, algunas de las respuestas que se recibieran, harían que nos sonrojásemos al comprobar el alto grado de confusión y desconocimiento.
Occidente se enfrenta en la actualidad a una de las más graves crisis de su historia. Tanto las instancias que detentan el poder, como una buena parte de su sociedad, se están dejando impregnar por un viejo modelo de la concepción del ser humano, y de su existencia sobre el planeta que habita. Un insólito patrón que perturba la propia concepción de sí mismo, e ignora deliberadamente su propia evolución antropológica y cultural en el transcurso de los tiempos.
En 1900, Joaquín Costa, uno de los grandes intelectuales españoles, en el contexto gubernamental de un proceso regenerador de la sociedad española, consideró que para lograr esa transformación de España, la misma habría de asentarse sobre dos pilares, sin los cuales el proyecto estaría condenado al fracaso: la escuela y la despensa.
Desde que erróneamente aceptamos la falsa realidad de la “globalización”, una buena parte de la sociedad ha convertido el concepto “ecologismo” casi en una religión. Los valedores de esta doctrina, propugnan la defensa de la naturaleza a ultranza, y la preservación del medio ambiente. Pero la naturaleza es una fuerza viva que, en su propia esencia, se alimenta de un instinto que genera su conservación y desarrollo.
Hoy sufrimos la amenaza de los que contemplan una España plurinacional. Pero España no es la suma de sus pueblos. No es la suma de sus 52 provincias, ni sus 17 autonomías. España es mucho más que el deseo de aquellos que quieren destruirla o hacer de ella un puzle irreconocible. España es el resultado de lo que hicieron nuestros padres desde hace 2500 años.
Si un espectáculo hermoso se ha podido presenciar en estos días, ha sido el de la vuelta al colegio de nuestros niños. Bastaba con aproximarse a la puerta de cualquier colegio y contemplar la llegada de nuestros ángeles —sí, nuestros, no del Estado— con sus mochilas a la espalda. Algunas abultaban casi más que sus diminutas figuras, con sus falditas o pantalones cortos, cogidos de la mano de sus padres o abuelos.
Una de las más graves consecuencias de la democracia, es que permite imponer lo que diga una mayoría bajo el sofisma de que es lo mejor, lo cierto, lo verdadero, lo auténtico. Hacer que la voluntad de los más sustituya a la certidumbre; suplantar la sustancia por la entelequia, la evidencia por la irrealidad, la cantidad por la calidad.
Más de 150.000 personas se manifestaron recientemente en la madrileña plaza de Colón contra los indultos que el Gobierno de Pedro Sánchez proyecta conceder a los golpistas del 1-O. Unos delincuentes que no sólo no se han arrepentido de los graves delitos cometidos, sino que han reiterado su intención de volverlo a hacer.
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