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Puesto que la información que se posee es todavía incompleta y sin los datos necesarios para evaluar los acuerdos, es pronto para saber qué consecuencias concretas va a tener la negociación que se lleva a cabo para hacer presidente de la Generalitat a Salvador Illa, candidato del Partido Socialista de Cataluña. Sin embargo, con lo que se sabe sí se pueden establecer algunas conclusiones generales muy relevantes.
En su libro La insoportable levedad del ser, Milan Kundera escribe una frase que a mi juicio refleja perfectamente la idea del vacío, en su caso, referido a la vida humana. Esta es, dice el escritor checo, «un boceto para nada, un borrador sin cuadro”. Me ha venido a la mente esa idea de vacío al ver cómo ha comenzado la nueva legislatura del Parlamento Europeo.
Hace unos días, un lector de la web me pedía que escribiese algo sobre el papel que los gastos militares desempeñan en la vida económica. Pensaba abordar el tema, pero un artículo reciente de Thomas Palley creo que lo hace con mucho más conocimiento y brillantez.
Los resultados de las elecciones europeas no pueden sorprender. Muchos veníamos advirtiendo que el ascenso de la extrema derecha y la impotencia de la izquierda son fenómenos que avanzan en paralelo y se alimentan uno a otro. La pregunta que encabeza la portada de mi último libro lo plantea claramente: ¿Cómo construir un mundo mejor cuando se extiende la extrema derecha para evitarlo y la izquierda no sabe cómo hacerlo?
Se ha celebrado el 80 aniversario del Día D, el 6 de junio de 1944, cuando comenzó el desembarco de las tropas aliadas en Normandía y puede que el titular de este artículo parezca exagerado. Yo creo, sin embargo, que es un hecho. Los países que forman parte de la OTAN y algún otro más, encabezados y liderados por Estados Unidos, están ya en guerra con Rusia.
La oficina de estadística europea Eurostat publicó el mes pasado los últimos datos sobre el gasto que supone hacer frente a la deuda pública y a los intereses que genera. Un año más se comprueba el gigantesco despilfarro que lleva consigo tener un banco central que no financie directamente a los gobiernos.
Escribió Jean Paul Sartre en El diablo y Dios: «Basta con que un hombre odie a otro para que el odio vaya corriendo hasta la humanidad entera». Es lo que yo creo que nos está pasando, aunque elevado, digámoslo así, a la enésima potencia.
He recibido diferentes comentarios sobre mi artículo anterior en el que analizaba la responsabilidad de la izquierda en el ascenso de la extrema derecha. Algunos de ellos, no publicados en la web, me dicen que soy demasiado crítico diciendo que la izquierda ha perdido identidad como defensora de valores universales. Para tratar de explicar mejor lo que quería decir, voy a desarrollar el ejemplo que mencionaba en el anterior artículo.
El pasado mes de abril se filtró un documento de la Junta directiva del Banco Europeo de Inversiones (BEI) en el que se establece una propuesta de hoja de ruta de 2024 a 2027. Su contenido es bastante significativo de las prioridades desnaturalizadas de la inversión pública europea y del modo tan desafortunado con que se pretende financiar.
Escribió Walter Benjamín que lo hecho nunca está definitivamente hecho y que, por tanto, lo peor puede volver. Desde hace tiempo, comprobamos que es así: los partidos de una extrema derecha que creíamos desparecida, o al menos reducida a la mínima expresión desde hace décadas, vuelven a tener influencia política decisiva, e incluso gobiernan en algunos países de gran relevancia.
He mostrado públicamente mis diferencias con algunas medidas que ha tomado el presidente del Gobierno Pedro Sánchez y con su política de alianzas en los últimos tiempos. Lo hice por convicción y lealtad y por esas mismas razones quiero expresarle ahora mi completo apoyo, mi solidaridad, mi afecto y mi agradecimiento.
En 2008, José Saramago escribió: «Vivimos en el tiempo de la mentira universal. Nunca se mintió tanto». Los hechos le dan la razón constantemente y hace unos días lo hemos vuelto a comprobar en la última carta anual a los inversores de Larry Fink, presidente del fondo BlackRock. Con este moviliza más de 10 billones de dólares en todo el mundo y sólo en Estados Unidos controla el 88% de las acciones de sus 500 más grandes empresas .
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