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​Europa 2024: «un boceto para la nada»

EE.UU. respira tranquilo y profundizará en su estrategia de debilitamiento hasta anular cualquier atisbo de protagonismo autónomo europeo en los asuntos internacionales
Juan Torres López
viernes, 26 de julio de 2024, 08:50 h (CET)

En su libro La insoportable levedad del ser, Milan Kundera escribe una frase que a mi juicio refleja perfectamente la idea del vacío, en su caso, referido a la vida humana. Esta es, dice el escritor checo, «un boceto para nada, un borrador sin cuadro”.


Me ha venido a la mente esa idea de vacío al ver cómo ha comenzado la nueva legislatura del Parlamento Europeo. Y, sobre todo, leyendo las principales demandas que ha planteado para los próximos cinco años el grupo de Socialistas y Demócratas, el más grande e influyente de las izquierdas.


En un documento de trece páginas se plantean, ciertamente, un buen número de buenos deseos y de reivindicaciones, sin duda imprescindibles en la coyuntura política, económica y social en la que estamos. Me llevaría mucho espacio referirme a ellas y me limito a reconocer y subrayar su pertinencia y que se refieren a las principales áreas donde se manifiestan los grandes problemas sociales y económicos de los diferentes países que conforman las Unión Europea y de ésta en su conjunto.


Sin embargo, creo que se deben señalar tres cuestiones que me llevan a ser pesimista sobre lo que va a ocurrir en la legislatura europea recién comenzada. Sobre todo, si se añade la pérdida de peso de los socialistas y la de los demás grupos parlamentario de izquierdas, estos últimos divididos y con mucha menor capacidad para hacer efectivas sus respectivas propuestas.


En primer lugar, las demandas de los socialistas y demócratas europeos se presentan más bien como una especie de reclamo moral: en 121 ocasiones (casi diez veces por página, si no he contado mal) se utilizan expresiones como «se debe» o «debería» para exponer sus demandas. No está mal como reflejo de deseo progresista, pero se echa en falta en todo el documento, por un lado, un reclamo más exigente, que vaya más allá de la mera enunciación de un deber ser. Y, fundamentalmente, el diseño de una estrategia, no sólo sobre el papel, que alumbrase el camino por donde se pudieran alcanzar esas demandas.


En segundo lugar y muy ligado a lo anterior, me parece que el documento de los socialistas europeos es de una candidez tan extrema que cuesta creer que sólo peque de eso. Los problemas frente a los que los socialistas presentan sus demandas como vía de solución tienen causas y es evidente que, para resolver cualquiera de ellos, se necesita actuar sobre ellas, sobre los factores y procesos que los generan.


Los socialistas europeos siguen sin ser capaces de enfrentarse sincera, valientemente y con determinación política a las causas de los males estructurales y de concepción que afectan a la Unión Europea y a la zona euro, en particular. Entre otros, su mal diseño, la acumulación de poder oligárquico sobre las instituciones y los mercados, la falta de democracia en el funcionamiento de la Unión, la función coercitiva del Banco Central Europeo, o la ausencia de políticas e instituciones imprescindibles para evitar los desequilibrios, la desindustrialización, nuestro retraso relativo y la posición supeditada y dependiente de Europa en el concierto mundial. Una incapacidad de los socialistas que posiblemente deriva de un hecho evidente: han sido cómplices y coautores del desaguisado en que se ha convertido la Unión Europea.


Sirva como ejemplo que, en la pasada legislatura, se realizaron unas 1.500 votaciones en las que participaron alguno de los 66 representantes españoles. Los europarlamentarios del PP y del PSOE votaron lo mismo en el 80% de las ocasiones.


Todo el entramado institucional y normativo sobre el que se asienta la Europa neoliberal de nuestros días, incluyendo el desastroso diseño de la zona euro y las políticas que produjeron un auténtico austericidio, se pusieron en marcha con la aquiescencia, cuando no el impulso, de los socialistas europeos. Aunque no es asunto de este artículo, no puedo dejar de señalar que eso no puede haber sido ajeno a su progresivo declive electoral, a su pérdida de influencia y, como he analizado en artículos y libros recientes, a la expansión de la extrema derecha.


Finalmente, en el documento de los socialistas europeos hay demandas cuya ausencia es clamorosa. Además de las que tienen que ver con la estructura y diseño que provoca los problemas y que acabo de mencionar, una es preocupante en especial, la de la paz.


El documento dice que «la UE debe seguir promoviendo los procesos de paz» pero es doblemente falaz. Primero, porque no se toma autocríticamente en consideración que la Unión Europea ha contribuido a provocar el conflicto que terminó con la invasión de Ucrania, en lugar de promover su resolución pacífica. Segundo, porque lo que se encuentra en el documento es una apuesta expresa por el militarismo y por los principios que guían la estrategia militar e imperial de Estados Unidos que han llevado a la supeditación, la crisis y la dependencia a Europa. Incluso insistiendo en aplicar políticas de sanciones a Rusia que -como casi todas las que se han aplicado a lo largo de la historia- no sólo no han permitido acabar con la guerra ni debilitarla, sino que se han convertido en un auténtico tiro de las élites en el pie de Europa.


Que la mayor parte de la izquierda europea haya votado a Ursula von der Leyen es lo de menos, e incluso puede estar perfectamente justificado como freno a la extrema derecha. El drama es que el grupo progresista mayoritario no despierte y se siga confundiendo cada vez más intensamente con la derecha europea y el poder económico que la gobierna. Estados Unidos respira tranquilo y profundizará en su estrategia de debilitamiento hasta anular cualquier atisbo de protagonismo autónomo europeo en los asuntos internacionales. Incluso llevándola, como ha ocurrido en el caso de Ucrania y Rusia, a ser el motor que provoca los conflictos y su principal perjudicado.

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