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​El hombre, su razón, su destino

¿Qué nos espera después de la muerte? ¿Cuál es el origen y el fin del ser humano?
Hugo J. Vélez Astacio
jueves, 20 de marzo de 2025, 09:29 h (CET)

Al amigo chinandegano pata de pluma, José María Tijerino Pacheco.


He querido iniciar el presente escrito indicando que no siendo todo lo que expongo producto de la exclusividad de mi creación, sino en gran manera producto del cúmulo de conocimientos que la vida activa me ha ido poco a poco enseñando, adicional a lo que he retenido de todo lo que he leído, -indicándoles ser un voraz lector-, así como lo que la historia, ha sabido impregnar en mis acciones y mi pensar, asumiendo lo bueno, y mirando no tropezar con las piedras que obstaculizan el tránsito del sendero, a veces llano, a veces feliz, a veces lúgubre.


Creo nunca es tarde, patentizar mi sincero agradecimiento, a los amigos y parientes, que animándome hacer ruido silenciosamente, expresando y relatando en gran manera, no solo los efectos y las causas de los fenómenos históricos, políticos, y sociales, sino también modestamente abordar las interrogantes de los misterios, que tradicionalmente han sido objeto, de singulares personajes sabios, a lo largo de la historia; como es el asunto de lo que representa y significan, el hombre, la vida, la muerte, y su destino. Las causas y atraso de las naciones, y la importancia de la educación y la cultura. ¿Qué nos espera, después de la muerte? ¿Cuál es el origen y el destino del hombre?


Algunos podrán afirmar que pretendo filosofar, y podría ser; al expresar las diversas reflexiones, más por ahora, me limitare a decirles de manera sencilla y breve, o sea relatarles algunas inquietudes producto del dialogo de mi yo interno, y mis pareceres que sobre lo que producen las circunstancias y actitudes, de aquellos que influyen y logran romper los moldes normativos de la sociedad, no solamente en el ámbito de nuestras sociedades, sino del mundo, incidentes en el destino de nuestras vidas.


La generalidad de los hombres, se ahogan en lo seco, ante la falta de grandeza en el porvenir de sus destinos propuestos.


Si bien pretendo se me lea y se me escuche, es porque espero además se considere lo expuesto, y yo como retroalimentación conozca sus inquietudes y lo que puedan imaginar. Atento como alumno sabre respetarles; y como estudioso y aprendiz de toda una vida que se ha enriquecido, sabre tomar nota y estaré atento escucharles.


Pocos son los hombres que escriben, las conclusiones de sus reflexiones, salvo que las experiencias de sus obras hayan logrado que sus acciones trasciendan. Todo ser busca mantenerse instintivamente, en virtud de la ley natural, que preserva el poder que genera la autoridad de su ser.


Quien escribe sobre el pensamiento político, responde más a sus observaciones que, a sus acciones, como lo fue el caso de Tocqueville, en su obra “La Democracia en América”, aunque hay sus casos, como el de Teodoro Roosevelt, en el que la pasión de su pensamiento, hizo que se le tomara en cuenta, como semilla generadora de frutos considerables para el establecimiento de políticas nacionales. La literatura política es una especialidad. Es humana y sin ella, se adolece de poseer de una verdadera cultura.


Pensar avanzar, hacia la cima, es necesario asirse de una capacidad, que domine la cultura general; que permita discernir lo general en particular. La competencia administrativa se aprende o se enseña, el sentido político se educa, se afirma. Se puede aprender a cocinar, pero para ser un buen chef, se nace con la actitud culinaria.


El adentrarse en el universo del saber, a fines de conocerse a si mismo, sin darnos cuenta, poco a poco, conocemos que nada o poco sabemos. De ahí la importancia de reflexionar y de pensar con serenidad, pensando más en el futuro que en el presente, tomando muy en cuenta el pasado. En esa búsqueda incesante de saberse a sí mismo, una alternativa del camino hacia la meta, es escribir su propia historia y filosofar acerca de las circunstancias que le han acechado como realidad viviente.

Nada fácil es buscar y determinar en sí, los problemas que nos atañen, a fines desde luego, aportar a sus soluciones adecuadas. Difícil es verse en el espejo, y reconocer que nosotros mismos somos en sí, por lo general el problema, sorprendiéndonos los viejos misterios de dónde venimos y hacia donde vamos. ¿Cuál es nuestro destino?


Todo que tenga que ver con el hombre y acerca del hombre, es objeto de nuestras reflexiones, mismas que contribuyen a saber que es el hombre en sí. Por naturaleza, el hombre se inquieta por conocerse. Todo hombre es filosofo de si mismo. La dinamia del pensamiento, permite que el hombre siempre piense en si mismo, sin que ello conlleve vanidad y autosuficiencia. El conocer los misterios principalmente de su origen y destino, lo justifican por encima de la angustia y el terror que provocan, lo desconocido del más allá.


“El pensamiento evoluciona con el hombre que piensa, y el pensamiento hace evolucionar al hombre, así como el hombre hace evolucionar al pensamiento”. El hombre en efecto es una realidad problemática y lo es de manera singular que al estudio de su problemática, nos acerca a lo que es el hombre en realidad. Cuando esa problemática es objeto de reflexión, esa grandeza es parte de su tragedia, cuya toma de conciencia es camino de saberse el misterio de saberse a si mismo.

La ironía socrática era no solo saber, que no se sabe nada, sino que poco importa saberlo todo, si con ello no se llega a saber: Que es el hombre y cual es su destino. De ahí el lema de su enseñanza “Conócete a ti mismo”.


Lo complejo y misterioso del hombre, es la falta de su trasparencia y lo activo de su evolución. Su ir conociéndose le hace ser mas grande, y en consecuencia mas difícil y complicado. Subir una cima mas alta, requiere un plus esfuerzo en todos sus aspectos, tanto externos como internos. El asunto toma mayor relevancia, cuando querer saberse a si mismo, uno se hace objeto y sujeto de la indignación filosófica. El problema se vuelve más dramático al valorar que estamos en función de una sociedad, cuya realidad es voluble, cambiante y dinámica, sujeta y relacionada con nuestro yo, problema objeto de nuestra vida perenne de conocerse a si mismo. La pregunta se amplía. ¿Somos en función de uno o en función de la sociedad? ¿En que consiste la problemática del hombre?


La historia del pensamiento filosófico, acerca del origen del universo, se encuentra estrechamente vinculado al origen del hombre, asunto que a dado lugar, desde tiempos de Sócrates y Platón, a resaltar el poder de la razón, como el poder supremo del hombre. Sócrates que en su “Conócete a ti mismo”, afirmo que el hombre es un ser racional, dotado sobre todo de razón, una razón impresionante, cuya cualidad abrió amplios caminos para conocerse a si mismo, cabe reconocer que eso mismo hizo igual saber cosas mas dudosas y equivocas, en el mundo universal, al no poder mostrarnos por mucho que le ha asistido la lucidez de eminentes sabios, para conocer la creación de la luz primera, la verdad y la sabiduría de su origen.


La razón y la ciencia, el uno como virtud y la otra como sistema de gran riqueza, son poderosas en el conocimiento, pero han sido incapaces de explicar o dar a saber debidamente comprobado, cómo se realiza o fue creado el fruto, origen de la nada, llegando a la conclusión que sino no esta guiada o iluminada por la gracia de Dios, por la revelación divina del Ser Supremo, que guía e ilumina el pensamiento, justificando nuestro estar aquí, por suma voluntad de Él, como una realidad viviente.


La ciencia moderna más avanzada, a la fecha no ha podido demostrar fehacientemente el misterio acerca del origen, dejando a un lado que el hombre ocupa un lugar preponderante y supremo como fin ultimo del universo. Lo cierto es que existe una providencia superior que gobierna el universo y el destino del hombre al amparo de una esperanza ofrecida ir después del tránsito por estos lados a un paraíso terrenal. El hombre es un punto finito, en la concepción universal.


¿Pero existe realmente la muerte?, porque un renombrado científico indica que no. Aunque hay otros científicos que incluso aseguran tener pruebas que sí existe. Lo cierto es que se llevan siglos reflexionándose sobre la muerte. Algunos creyéndose que la misma solo radica en la física cuántica, y en la conciencia de los individuos como instrumentos de mente. Que la misma no tiene sentido real; que la misma es producto de ser en nuestra vida, como una flor floreciente y trascendente que permanece de manera ineludible en nuestra vida. Ha sido objeto del pensamiento y reflexión de los más grandes pensadores y filósofos de los más remotos tiempos de la historia de todos los tiempos.

Rubén que tuvo una trágica vida y le tenía temor y horror a la muerte, indicó: “¿Quién nos brinda la Urna henchida? / Quien nos da la estrella encendida? / Quien le da la sangre a la vida?” LA VIDA.

“¿Quién la copa fragante vierte? / Quien detiene el paso a la suerte? / Quien a la Esperanza pervierte?” LA MUERTE.


Miguel de Unamuno, por su parte afirmó, que lo verdadero es solamente aquello que nos hace vivir y fundamenta nuestra esperanza. Ante el evangelio, que como humano debe de prevalecer el amor que irradia la adoración del Señor y así hacer realidad la Esperanza anunciada, soy en creer que la satisfacción ante la muerte, es el legado forjado en vida, y que serán los méritos a tenerse en cuenta al ser enjuiciado por El Señor. Así se vivirá después de la muerte, por lo que cabe ser trascendente en lo espiritual. Nuestra energía es el amor.


En vida creo que la muerte solo se desea cuando ésta viene a ser el remedio de todos los males, muy a pesar que atesora misterio, y más aún que por naturaleza ante lo desconocido uno es incrédulo. Seneca a propósito de esto dijo: Lo único cierto es que Ella llegará, lo incierto es que desconocemos el lugar y la hora. Aunque uno reflexionó, afirmando que la muerte es aquella que debe ser aceptada, por lo que en cuanto a vivir la vida, esta debe seguirse viviendo, más aún cuando esta se considera un merecido descanso.


El filósofo Friedrich Nietzsche, que argumentó que el devenir en esta vida, no estaba supeditada al sentimiento espiritual cristiano de la adoración a Dios y el amor a los prójimos, porque ello significaba la debilidad del hombre en cuanto la fuerza de sus razonamientos, indicándolo que por eso DIOS había muerto, imponiéndose el superhombre, mentalidad o filosofía que le hizo morir LOCO recluido en un manicomio, indicó: “Uno debe morir con orgullo cuando ya no es posible vivir con orgullo”.


El hombre por naturaleza es curioso, y más lo es ante lo que siendo real es misterioso, de ahí su gran interés milenario de conocer el verdadero significado de la muerte. Múltiples formas y maneras han tenido para entender, interpretar, y afrontar la muerte y su momento. Conociendo que se entretejen emociones, consternaciones, ritos desde tiempos milenarios, acciones funerarias se han realizado para dejar registro de toda la grandiosidad que conlleva el proceso de la muerte. Muchos antiguamente principalmente los poderosos o los que tenían autoridad, con su entierro o su muerte, pretendían que sus restos reflejaran su forma de vivir.


En gran manera comparto lo que decía el mexicano Octavio Paz, que la muerte ilumina la vida, porque si la muerte no tuviera sentido, tampoco nuestra vida lo tuviera. De ahí que la muerte refleja en gran manera la forma de vivir.


Por lo anterior, la filosofía hace se reflexione por lo que significa y trasciende el morir. Grandes y famosos filósofos se han referido a esa realidad que es parte inherente de la naturaleza humana. Pero como es un fenómeno misterioso como tal a ello, no le es raro se le tema, y se le rindan ritualidades ya que es única y cabe tener coraje ante lo desconocido después de Ella. Los cristianos católicos son los más felices, ante la fe que profesan, que, asidos a la palabra del Señor, de que quien cree y vive en él, no morirá esperándole el cielo justo y bello. Siendo en gran manera el nivel o grado de consciencia cristiana que se tenga. Pierre Teilahard de Chadin, el filósofo, era de esta visión cristiana de la vida y de la muerte.


Sus reflexiones eran sobre una muerte humana, y lo relacionado a su trascendencia más allá de Ella, era sobre su sentido espiritual, en donde la muerte es el acontecimiento esencial en la aventura humana y lo espiritual es la redención de la fe en Jesucristo. 

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