| ||||||||||||||||||||||
Pertenezco a una generación que ha vivido sin excesivos problemas a lo largo de su vida. Cierto es que nacimos y nos criamos en la posguerra, tiempos difíciles, pero que han ido cambiando paulatinamente a mejor a lo largo de los años. Por eso no teníamos ni idea de lo que pasaría cuando pintaran bastos.
La vida puede dar giros inesperados, como lo retrata la película The Guitar (2008), donde la protagonista, tras recibir un diagnóstico terminal, decide cambiar el rumbo de su vida. Sin embargo, en la realidad, los diagnósticos iniciales no siempre son el final de la historia. En ocasiones, el cuerpo humano tiene una capacidad sorprendente para adaptarse, regenerarse e incluso vencer enfermedades graves, como el cáncer.
Que quede claro de antemano para evitar confusiones malintencionadas y malinterpretaciones a conciencia, que todo ser vivo merece un respeto, pero hay una serie de actuaciones, ideas o pensamientos de los seres humanos, que me escaman, que por muchas vueltas que les doy, no las llego a comprender.
Es sabido por muchos, aunque al parecer le importa a pocos, que en nuestro tiempo los conceptos de banalidad y trivialidad han adquirido una relevancia singular, reflejando un cambio profundo en la manera en que se experimenta la vida cotidiana y se construyen los valores culturales.
Creo en la existencia de un ser, naturaleza pura llena belleza expandible. Creo en la existencia de una vida, pletórica de fe en su origen lleno de bondad. Creo en la existencia del hombre, creyente en sus dioses, motivo de vida. Creo en una naturalez ejemplo de fecundidad sin egoísmos. Creo, también, por desgracia, que la FE de todos nosotros está desorientada.
Leí hace tiempo de una niña llamada Liz. Sufría una extraña enfermedad; la única posibilidad de recuperarse era recibir una transfusión de sangre de su hermano de 5 años, que había sobrevivido milagrosamente a esa extraña dolencia y que había desarrollado los anticuerpos necesarios para combatirla. El doctor explicó la situación al hermanito, y le preguntó si estaría dispuesto a dar su sangre a la hermana. Él dudó un poco, y respondió "si, lo haré si esto salva a Liz".
Son expresiones latinas que, traducidas con cierta libertad, podemos decir que significan: Nada sale de la nada o, de la nada ningún ser es creado. Esta frase es atribuida a Parménides de Elea, y con la que manifiesta que nada surge de la nada tal como él concibe el universo.
“En busca de la maldad”, artículo escrito por Eulalia Solé, la autora se zambulle en los vericuetos de la siquiatría para “verificar qué genes determinan el comportamiento, simple en los irracionales, complejo en los hombres y las mujeres”.
El exceso de celeridad, que ya ocupa y preocupa hasta la obsesión los pasajes de nuestra vida, hace cada experiencia más superficial y con menos nutrientes. Olvidamos que los tiempos vividos requieren de una adecuada fermentación; y, así, todo se desvirtúa y además se desvincula de su propio sustento natural.
Este universo nuestro es algo maravilloso... difícil de ponerle un nombre, porque según caminas por él te encuentras con muchos “baches”, ocultos, imprevistos, motivo de frustración, de dolor, de desengaño, de desesperación... sólo mirando al cielo, muchos encuentran esperanza.
Se habló de que la muerte es un castigo divino, perspectiva fatalista que algunos asocian a la palabra bíblica de que la muerte es consecuencia del pecado. Diversas interpretaciones teológicas y filosóficas dirán eso, pero en realidad vemos que la muerte es una parte natural de la existencia humana y no necesariamente un castigo.
Ayer conversé con Arturo Aguilar, experto en reparación de relojes, en relación a diversas aristas sobre el tiempo. La charla tuvo una duración aproximada de treinta minutos y fue con motivo de mi participación semanal en la radio argentina. En el diálogo surgieron temas como la irreversibilidad del tiempo, las huellas de la transición temporal, así como las diferentes artes y oficios que convergen en la reparación de relojes.
En el libro de Markus Gabriel El ser humano como animal se tratan numerosas cuestiones referidas a la naturaleza y a la condición humana de nuestro presente. Una de las más importantes, sin duda, es la del sentido de la vida. Es evidente, según plantea la ciencia, que la vida del ser humano en la tierra y la duración del sistema solar y el universo es limitada en el tiempo.
Con todo respeto al desarrollo de la IA, desde la ignorancia, sospecho que ciertos aspectos de la misma van probándose a través de los posibles mecanismos electorales y su influencia directa o indirecta en las voluntades de los gobernantes y en la de sus votantes.
Aseveró Borges que vivir eternamente “sería el peor castigo, sería el infierno”. La inmortalidad ha sido, desde siempre, una obcecación de los humanos, tan restringidos como estamos en el tiempo, con una existencia corta y precaria. Igual fue por ello que ideamos a los dioses, eternos en cronología.
Son las palabras que aprendimos cuando pequeños que la serpiente le dijo a Eva en el Paraíso. Ésta, en su enajenación, la creyó y comió la fruta, desobedeció el mandato divino, perdió el Edén y nos lo hizo perder a todos los humanos sus descendientes, cometiendo el pecado original del que todas las personas somos reos. Esto ¿es una fábula, un mito, un cuento para niños pequeños, o para seres adultos?
El libro del Génesis puede que parezca una fábula para niños, pero hemos de considerar que en él, aunque parezca un cuentecito, se narra la creación del ser humano, y se dice que Dios tomó barro de la tierra, formó, modelando una figura, un muñeco semejante a un hombre, le sopló y ese soplido le infundió un hálito de vida con el que lo vivificó y lo incluyó entre los seres animados.
Necesitamos reanimarnos y restablecernos, llenar el santuario íntimo de nuestro espíritu con vocablos comprensivos, más positivos que negativos, clementes y placenteros. Por desgracia, la atmósfera actual no suele acompañarnos en ninguna parte del planeta. Proliferan los conflictos, las catástrofes diversas, los actos violentos, los abusos de todo tipo, así como una fuerte carga de sensación de aislamiento y abandono, que pueden generar conductas suicidas.
The Water of Tyne es una canción tradicional inglesa, delicada y sencilla, como los guijarros que desgasta el agua hasta hacerlos suaves como hoja de palma. En ella, en la canción, una joven amante llora por la separación de su amado. Entre los dos corren las caudalosas aguas del río Tyne —“the water of Tyne runs between him and me”, dice la letra—, así que la chica no puede hacer otra cosa que quedarse ahí, en su lado de la orilla.
Cuando Zenón Elea (490-430 a.C) nos decía que debíamos vivir “conforme a la naturaleza” no se refería en absoluto al hábito posmo progre que abraza árboles pensando que así evita la contaminación, o las prácticas de no bañarse o rasurarse, ni mucho menos el abandono de la posibilidad de acceder a más años de vida mediante la vacunación preventiva ante enfermedades letales.
|