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Evolucionismo o creacionismo

El ateísmo niega la existencia del Creador. El ser humano es un animal racional para el que la vida no tiene sentido
Octavi Pereña
lunes, 7 de abril de 2025, 09:06 h (CET)

El sin sentido en el ser humano lo ilustra una anécdota en la vida de Thomas Henry Huxley, discípulo destacado de Darwin. Huxley tenía prisa en coger el tren que le llevaría a la ciudad en la que tenía que dar una conferencia divulgadora de la filosofía evolucionista. En la recepción del hotel en que pernoctó dio al recepcionista el encargo que avisara a un taxista, tenía prisa, era urgente. Sale del hotel. El taxi ya le esperaba. Sube al carruaje. El cochero fustiga al caballo, que sale disparado. Al rato el científico mira por la ventanilla del carruaje y se da cuenta que no se dirigen hacia la estación del tren. Saca la cabeza por la ventanilla y le grita al cochero: ¿Sabe hacia dónde vamos? La respuesta fue: “No señor, solo conduzco a toda velocidad”. Esta anécdota que es verídica, no es solo un incidente en la vida de Huxley. Puede hacernos sonreír, puede perfectamente aplicarse en muchos de nosotros, pues hacemos mucho ruido y damos muy pocas nueces. Caminamos ajetreados, sudorosos, sacando un palmo de lengua, sin saber hacia dónde vamos.


Royo Mai, sicólogo contemporáneo de Huxley que conocía al científico evolucionista y la anécdota mencionada, dijo. “Es una antigua e irónica costumbre de los seres humanos de correr de prisa cuando han perdido el camino”. “Los pensamientos del diligente ciertamente tienden a la abundancia, más todo el que se apresura alocadamente, de cierto va a la pobreza” (Proverbios 21: 5).


La parábola del hijo pródigo (Lucas 15: 11-32), refleja la manera de vivir en nuestros días. El hijo le pide a su padre que le anticipe la herencia. El padre no debería hacerlo, pero lo hace. Cuando el hijo tiene el dinero en el bolsillo, no demoró abandonar la casa paterna para “irse lejos a una provincia apartada, y allí desperdició su dinero viviendo perdidamente” (v. 13). Cuando hubo malgastado la herencia “empezó a pasar necesidad” (v. 14). ¡Cuántos no hay que por haber alargado el brazo más que la manga, terminan dependiendo de la beneficencia pública! ¡Ah!, en algunos casos los reveses llevan a la reflexión. Esto fue lo que le ocurrió a nuestro pródigo: “Volvió en sí” (v. 17). Cogió las pocas pertenencias que le quedaban y emprendió el regreso a la casa del padre. “Y aun cuando estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó” (8v. 20). Las parábolas son historias terrenales con un significado espiritual. Todos hemos sido pródigos espirituales que hemos abandonado la casa del Padre celestial para lanzarnos a disfrutar los placeres de este mundo. Cuando nos dimos cuenta que la vida mundana no nos satisfacía decidimos acudir a Jesús que es el Camino que nos lleva al Padre celestial. Éste que nos ve estando en la lejanía, sale a nuestro encuentro, nos abraza, nos besa y nos recibe efusivamente en su casa.


Jesús llega a Betania y se hospeda en casa de Marta y María. Las hermanas como no puede ser de otra manera, son distintas. “Marta se preocupaba con muchos quehaceres” (Lucas 10: 40). Marta quiere agasajar al máximo a su ilustre huésped ofreciéndole una excelente comida. Creía que hacía lo correcto enrollándose en el trajín de la cocina. Como veremos no estaba satisfecha con lo que hacía. Furiosa, abandona la cocina para dirigirse al comedor, para, atolondrada decirle a Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Esta petición pone de manifiesto que cocinar para Jesús no lo hacía de corazón, sino forzada por la circunstancia. ¡Cuántas quejas no salen de nuestros labios debido a los trabajos que las circunstancias nos obligan a hacer! Si Marta hubiese estado cocinando de corazón para Jesús no habría ido a quejarse precipitadamente porque su hermana María estuviese sentada a los pies del Maestro escuchando sus palabras (v. 39). Todo trabajo que no se haga a gusto acaba siendo fatigoso.


Jesús le dice a la encolerizada Marta: “Marta, Marta, afanada y turbada estás con muchas cosas. Pero sólo una es necesaria, y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada” (vv. 41, 42).


Un remedio para no caer en la frustración en que cayó Marta en su trajín en la cocina nos lo da el apóstol Pablo cuando en la carta que envía a los cristianos de Colosas, les dice: “Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor, y no para los hombres, sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa de la herencia, porque a Cristo el Señor servís” (3: 23, 24).


¿Por qué se da tanta fatiga, estrés, frustración, desengaño laboral…? Sencillamente porque los empleados trabajan para un hombre a cambio de un salario. La recompensa no satisface. La receta que el apóstol Pablo envía a los cristianos de Colosas es inaplicable a los empleados porque a pesar que puedan considerarse tradicionalmente religiosos, pero de hecho son ateos y, como tales son incapaces de apartar los ojos de sus empleadores para depositarlos en Jesús de quien reciben la recompensa de la herencia.

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