Los resultados de las elecciones europeas no pueden sorprender. Muchos veníamos advirtiendo que el ascenso de la extrema derecha y la impotencia de la izquierda son fenómenos que avanzan en paralelo y se alimentan uno a otro. La pregunta que encabeza la portada de mi último libro lo plantea claramente: ¿Cómo construir un mundo mejor cuando se extiende la extrema derecha para evitarlo y la izquierda no sabe cómo hacerlo?
Lo que va a suceder a partir de ahora yo creo que está claro. Se mantendrá la gran coalición entre la derecha de los populares europeos que lidera Ursula von der Leyen, los socialdemócratas y los liberales centristas, aunque con menor protagonismo de estos dos últimos, pues han perdido 19 y 29 diputados respectivamente.
Coaligados, proseguirán las políticas recientes, aunque ahora más derechizadas, que se van a concretar en dar prioridad a la estrategia armamentista que ya habían anunciado y la vuelta en paralelo a las reglas de estabilidad, salvo en lo que toque a la inversión militar. Una doble guerra, aunque sea de diferente naturaleza. La cada vez menos disimulada contra Rusia, por un lado; y otra cada vez más abierta contra los pueblos. El resultado va a ser un deterioro progresivo y yo creo que muy rápido de la economía y las condiciones sociales que se empezará a notar en el primer semestre del año próximo y que la progresiva dependencia de Estados Unidos hará que se agudice.
Desgraciadamente, ahí no acabará todo. La extrema derecha va a ser ahora muchísimo más decisiva y cada vez más influyente por tres razones:
– El gran aumento del número de sus diputados.
– La derecha popular no sólo no se ha cerrado, sino que ha afirmado que está abierta a pactos con algunas de sus corrientes.
– Las políticas militaristas y de recortes económicos y sociales que se avecinan, van a crear crisis, y descontento, un caldo de cultivo cada vez más favorable para su crecimiento e influencia.
A medida que la extrema derecha se vaya reforzando, dentro y fuerza de las instituciones europeas, los diferentes partidos de corte claramente fascista o incluso nazi, propagadores de todo tipo de bulos, impulsarán cada día con más fuerza su propia guerra, en este caso, dirigida contra los que consideran los enemigos «internos», sus propios compatriotas.
Si a eso se añade el declive de las fuerzas de izquierdas, su falta de autocrítica y la ausencia de planteamientos de reflexión y cambio de estrategia a corto y medio plazo, el panorama es muy desalentador. La Unión Europea va a entrar en un escenario de deterioro económico y crisis, conflictos cada vez más radicalizados, muy polarizados, cainitas y, dentro de poco, incluso bélicos.
En definitiva, en guerra también contra ella misma porque todo esto que está sucediendo ocurre porque sus dirigentes han abandonado de facto y desde hace tiempo los ideales de paz y progreso que sus fundadores quisieron enarbolar.
Y todo esto se va a dar en un contexto de auténtica policrisis: climática, económica y financiera, geoestratégica, de desigualdad y de las democracias.
Lo que viene es una cuenta atrás muy peligrosa.
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