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La imagen de las personas mayores, con hijos y nietos o no, ha cambiado en los últimos años. Ya no hay un prototipo claro como antaño, con abuelo de boina y abuela con pañuelo en la cabeza, vestidos de negro, apoyados en un bastón y doblados como una alcayata; y con una salud tambaleante dando continuas señales de alarma. La imagen del abuelo o la abuela sentada en la mecedora “matando el tiempo”, esperando la hora de comer o acostarse, ha pasado a la historia.
Se indica que una de cada cinco personas en España tiene más de 65 años, y el ochenta por ciento son abuelos o abuelas. Según el oráculo de Delphos de Internet. Quería hoy hablar, que nos fijásemos en un detalle, al menos hace unos años, a personas de la tercera edad, personas jubiladas, personas que antiguamente se denominaban viejos, o, abuelos por la vejez –tuviesen nietos o no-.
En España, una de cada cinco personas tiene más de 65 años, y el 80% de ellas son abuelos y abuelas que dedican, de media, 16 horas semanales al cuidado de sus nietos. Este rol los ha convertido en un pilar invisible de la conciliación familiar y en un apoyo esencial de la infancia. Así se desprende del episodio de la plataforma #TenemosMuchoQueDecir que Aldeas Infantiles SOS ha dedicado en el Día de los Abuelos al vínculo de las personas mayores con los pequeños.
Hoy tengo que reivindicar el papel de la abuela como ejemplo claro de sostén de la institución familiar. Todo surge de la observación, a manera de estudio científico, de las actividades desarrolladas por las actuales abuelas. Mujeres jóvenes, pertenecientes al “segmento de plata”, que cargan con todas las actividades familiares.
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