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Por más que iluminamos el mundo con artificios mundanos, la desesperación no cesa, empujando a millones de personas a abandonar sus hogares, en busca de seguridad o simplemente de oportunidades. El bienestar y la concordia no se alcanzan sólo con el final de las contiendas, sino con el inicio de un nuevo sueño: la práctica del corazón.
Aprendamos a cultivar la belleza, a no cansarnos de embellecer por dentro y por fuera, hasta convertir la degradación en una oportunidad más y el desorden en armonía. Lo malo de esta atmósfera putrefacta, además endiosada, es su difícil curación en un mundo cada día más perverso e inhumano.
Rendirse tampoco es una opción. Por ello, quiero hoy unir mi voz a los sin voz, poner el oído en la buena sintonía y en la buena orientación a la hora de caminar, para proclamar por todos los horizontes, que la violencia es inaceptable como solución a los problemas. Existen medios no violentos para resolver conflictos, como pueden ser el diálogo, la mediación o el mismo arbitraje.
En nuestra hoja de ruta debe estar presente, también nuestra propia contribución, a restablecer un clima de concordia. Hemos venido a la tierra con el empeño de conciliar y reconciliar vínculos, de hacer y rehacerse como familia, de generar hogar y de instituir la paz como avance para poder caminar fusionados.
En este mundo de sombras y luces por el que nos movemos, nuestras habitaciones interiores también nos requieren de la inspiración luminosa de un cándido impulso, para poder elevarnos a otro orbe y tejer moradas conciliadoras, donde habite el auténtico sentido del ser y el legítimo clima de festividad, para volver espiritualmente a ser fermento de poemas y no de penas.
Es tiempo de citarse para ver nuestros interiores, de hacer silencio en la oscuridad de la noche y de meditar, de reencontrarnos con nuestros propios sueños y de crecer como niños, de llamar a la puerta de nuestro corazón, que es como se da sentido a la vida. No olvidemos jamás, que para vivir hay que cohabitar existiendo para los demás. La luz nos la damos entre sí.
Tenemos que estar abiertos para ofrecernos, no se puede encerrar uno en sí mismo, necesitamos vivir para los demás antes que para sí, porque es como se alcanza el bienestar y la realización personal. Con esta actitud interior, de entrega y generosidad, avanzamos hacia la concordia.
Podemos hablar en presente o en pasado, pero la inteligencia humana está preparada para comprenderlo. Nuestro hoy... Se parece a las notas de los malos alumnos; algunos, incluso, las falsean. “España te promete las reformas y cuando le das fondos vuelve a la siesta”, Victoria de Wilders del partido ganador en Países Bajos.
El tiempo no es sino el área entre nuestras presencias. La faena no es fácil. Tenemos que recambiar posturas para entendernos, también restablecer modos y manera de vivir para poder cohabitar en comunión. Ciertamente, nada se consigue sin trabajo; y, en este mundo que estamos reconstruyendo entre todos cada aurora, tenemos que hacer espacio para la concordia.
Toda la creación es una recreación armoniosa, de singularidades manifiestas entre humanos, pero que forman una sola familia, en la que las relaciones no pueden estar distantes, puesto que hemos de ser guardianes los unos de los otros. Esto nos exige ser responsables, desterrar todos los frentes y también las fronteras que nos separan.
Una cuestión que me preocupa y me ocupa parte del tiempo, es la de alcanzar concordias, que no es únicamente conseguir arreglos, sino crear entendimiento entre uno mismo y los demás, aprender a reprenderse aceptando las diferencias y valorándolas, serenando los caminos que nos armonizan en lugar de fragmentarlos.
Los moradores de este mundo tenemos que cohabitar unidos, hacer las paces entre sí y con la naturaleza, sentirnos familia para poder coaligarnos con ese orbe natural del que constituimos cuota, porque si no lo hacemos, nunca reencontraremos sosiego internamente. Quizás tengamos que unificar criterios, juntar latidos, crear espacios donde poder sentirnos acogidos, amados, reconciliados y alentados a vivir en comunidad.
Las situaciones no debemos, ni tampoco podemos como seres pensantes con capacidad de discernimiento, empeorarlas. Hemos de entrar en razón, comenzando por el cultivo de un corazón abierto para poder incorporarse al don de la clemencia, que es lo que verdaderamente nos hace humanos; pues, tan vital como crecer hacia sí, es volcarse en la misión de consolar a los que caminan a nuestro lado.
No hemos aprendido aún a convivir, a pesar de tantas historias de guerras y contiendas sufridas como linaje, nos falla la mano tendida para entendernos y un espíritu acogedor que integre y no divida. Estamos más solos que nunca, a pesar de la cercanía de un mundo global, que se ha empedrado de odio y venganza.
Me niego a hundirme en nuestras siempre inoportunas discordias. Tenemos que huir de ellas y activar el deseo de cambio en nuestros interiores, para buscar vías de concordia que nos hagan reencontrarnos y salir del aislamiento. Carece de sentido replegarse sobre uno mismo, avivar rechazos y acumular hostilidades, porque todo es más fácil en comunidad. Nada es más placentero que soñar unidos.
El mundo de hoy requiere de testigos que nos iluminen, que nos den vida poniéndonos en camino, ante la multitud de ocasos que se nos vienen encima. Ciertamente, no podemos adormecernos, hay que estar vigilantes para hallar el calor de los sueños y poder alumbrarnos unos a otros, con el fuego de la esperanza. Es muy importante preocuparse colectivamente y caminar unidos para responder, con autenticidad creativa, a las penurias de la ocasión.
Un gran huracán de locura nos arrasa. La enemistad y el descontento que se percibe por todo el orbe es una prueba de que la ciudadanía requiere ser considerada y oída. Son tan fuertes las tensiones entre semejantes que los tormentos surgen en cualquier sitio. Con demasiada frecuencia, olvidamos que el arte de hacer amigos es lo que nos engrandece como seres en acción, con mente y corazón.
"El constructor de puentes intergeneracionales
es una especie de guía, mediador, facilitador,
traductor y educador en procesos individuales y sociales."
Siempre se ha dicho que el mundo nace en nosotros, y que dentro de sí, es donde toma vida. Por eso, es importante cuidarnos y, también, hacerlo con el entorno que nos rodea; puesto que, todos formamos parte de ese hábitat común, con enormes desafíos por delante. En cualquier caso, las perspectivas mundiales continúan siendo muy inciertas, puesto que aún queda mucho por forjar para superar la pandemia y evitar un aumento persistente de la desigualdad.
Desde luego, no hay nada más injusto que barnizar realidades, para privilegiar a ese mundo que nada en la abundancia, sin preocuparse por los más débiles. Al fin y al cabo, el poderoso don dinero todo lo contamina y desvirtúa. No es fácil, actuando en la falsedad, estar en paz consigo mismo.
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