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Mañana celebramos la Solemnidad de Todos los Santos, una fiesta que nos invita a reflexionar sobre nuestra propia vocación a la santidad y a unirnos a ese "canto de alabanza" que proclama la antífona de entrada de la Misa: “Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios”.
Como un hecho inexorable, los humanos reproducimos una y otra vez las mismas conversaciones en distintas épocas del año, como si fuéramos diferentes actores interpretando la misma obra, que no es otra que la de la vida. Que si las luces de Navidad, que si ya refresca, que si cuanto calor, que si las rebajas, que qué caro está todo y, como estas conversaciones son siempre de temporada, ahora toca hablar de Halloween y de qué absurdo es esto del “trato o truco”.
Tradición cristiana para recordar dos circunstancias que han rodeado nuestras vidas: el día uno, la de aquellos que pusieron a DIOS en el centro de su vida, anteponiendo la CARIDAD al PRÓJIMO sobre cualquier otro interés. El día dos, recordamos a todos los que, creyentes o no creyentes, recorrieron el universo que nos regaló el SEÑOR, dejándonos una huella de sí mismos: la EVOLUCIÓN del MUNDO y la todos sus HABITANTES lleva siempre algo de cada ser que le recorrió y algo de aquellos convivientes de épocas pasadas.
Recuerda bien los brazos de tu madre, que con ternura mecieron tus llantos, y te salvaron de muchos quebrantos en dulce convergencia con tu padre. Si en tu vivir hay algo que descuadre, intenta recordar sus tiernos cantos, con los que te aliviaban los espantos para evitar entrar en un desmadre.
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