Recuerda bien los brazos de tu madre,
que con ternura mecieron tus llantos, y te salvaron de muchos quebrantos en dulce convergencia con tu padre.
Si en tu vivir hay algo que descuadre, intenta recordar sus tiernos cantos, con los que te aliviaban los espantos para evitar entrar en un desmadre.
Como nobles y amantes protectores, integraron sus almas con la tuya y llenaron tu mundo de colores.
No olvides, pues, a tus progenitores, que forjaron tu vida con la suya colmándote de amor con sus amores.
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