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Han pasado más de dos años y medio desde que los talibanes regresaron deliberadamente al poder. Durante este período, ningún país del mundo está dispuesto a aceptar el riesgo de reconocer a este grupo. Incluso los partidarios más cercanos de los talibanes que han brindado apoyo financiero, armamentístico, ideológico y político a este grupo durante años, no están dispuestos a correr estos riesgos y reconocer a los talibanes como un gobierno legítimo.
Confieso haber vivido varios años en Argentina, durante el auge neoliberal de la última década del siglo XX, curioseando sobre la mentalidad, cultura e historia de ese país tan grandioso y sorprendente como dramático y desgarrado. Las privatizaciones y asimilación de políticas promovidas por organismos financieros internacionales de ese tiempo fueron un experimento controlado que pude seguir con mis propios ojos.
El reciente ataque a la residencia china en Kabul es una llamada de atención para la continuación de las misiones diplomáticas y el papel constructivo de China en Afganistán. Este ataque fue llevado a cabo por dos tayikos y aparentemente estas dos personas han declarado su lealtad a ISIS.
Cuando a un personaje vulgar se le entrega algo de poder, la metamorfosis que experimenta está en razón directamente proporcional al grado de frustración, revanchismo político y desconocimiento de su propia incapacidad personal para ejercerlo.
Es evidente que el ganarse la vida con el curro de la escritura o, en el caso que nos ocupa, el oficio de reconocido periodista que lleva ejerciendo desde hace muchos años, el señor Fernando Ónega.
¡El poder para las mujeres! Brama este feminismo galopante que se ha hecho dueño de nuestros país, de manera que la propia compañera de Pablo Iglesias, Irene Montero (supongo que llamarla esposa sería demasiado fuerte para tal defensora del independentismo femenino) que, cuando habla de sus compañeros del Gobierno tiene que hacerlo en femenino: “ministras” o cuando ha cambiado lo de “Unidos Podemos” por “Unidas Podemos”.
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