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Señor Fernando Ónega ¿de qué parte está usted?

“Un dilema es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez”. John A. Lincoln
Miguel Massanet
lunes, 3 de febrero de 2020, 08:45 h (CET)

Es evidente que el ganarse la vida con el curro de la escritura o, en el caso que nos ocupa, el oficio de reconocido periodista que lleva ejerciendo desde hace muchos años, el señor Fernando Ónega; tiene sus momentos de gloria, sus reconocimientos públicos, sus necesidades de ajustarse a determinadas normas, cuando se chupa de las ubres de un concreto sector de la información o momentos menos brillantes cuando, en circunstancias donde la izquierdas da muestras de pretender deshacerse de la oposición; cuando la unidad de España está en entredicho o cuando se opta por formar parte de aquellos comunicadores que escogen, en un momento dado, unirse a los que defienden unos principios amorales, proponen soluciones evidentemente contrarias al orden constitucional o prefieren, no se sabe en base a qué argumentos, apoyar cambios de régimen basados en determinados populismos, progresismos, anticlericalismos o pretendidos regímenes totalitarios basados en feminismos o divisiones territoriales que afectan a la integridad de nuestra nación; cuando, precisamente, el país está viviendo evidentes situaciones críticas que requerirían que aquellas personas que, de alguna manera, tienen un cierto prestigio entre los españoles, en lugar de atizar el fuego, de sacar a la luz pequeñas discordias entre los defensores de la Constitución o afear a quienes se oponen a la deriva a la que nos llevan los nuevos gobernantes; prescindieran de sus fobias particulares, de sus conocidas motivaciones tolerantes y de sus defensas del diálogo como método para resolver los grandes problemas que afectan al país, cuando ha sido obvio que los intentos del gobierno del señor Rajoy para alcanzar soluciones al independentismo o al avance del comunismo, no sólo no han conducido a ningún resultado satisfactorio, sino que han contribuido, en gran manera, a que hoy España esté bajo el imperio de la izquierda más radical y antidemocrática.

Parece que, el señor Ónega, en los artículos que publica diariamente en el periódico La Vanguardia, intenta mantener un relato más de acorde con la línea editorial del medio que de lo que se le pediría a un comentarista que tuviera ante sí un caso de cambio de gobierno mediante el cual parece que estamos condenados a que, las modificaciones que tienen previstas en el sector laboral ( con la liquidación de las reformas que tuvieron lugar por recomendación de la UE durante el gobierno de Rajoy y que tan buenos resultados produjeron en orden a la evidente recuperación experimentada por nuestra nación, gracias a ellas), en el fiscal, social y económico parecen preparadas específicamente para llevarnos a la ruina más completa. Es indudable que, el señor Ónega, pretende y, en ocasiones consigue, dar una imagen de persona imparcial, no comprometida con ningún credo político, independiente y, como suele suceder con estos personajes que llevan tantos años en el candelero, convencido de que todo lo que publica marca tendencia.

No sabemos qué concepto tendrá sobre los planes que ha ido anunciando que va a poner en marcha en nuevo gobierno de coalición de socialistas y comunistas; si seguirá los pasos de su hija, Sonsoles, de marcada tendencia izquierdista, con ideas feministas y opiniones muy marcadas por los prejuicios en contra de las derechas o de todos aquellos partidos que no defiendan ideas que estén avaladas por el feminismo progre de su partido preferido, el PSOE. Nosotros, señores, sin ánimo de imponer un relato determinado, siempre hemos creído que los sistemas de los que se van valiendo comunistas, separatistas y, actualmente, socialistas, para ir consiguiendo sus objetivos rozan, cuando no traspasan u orillan, la constitucionalidad; de modo que ellos, que dicen que no debe judicializarse la política, lo que hacen, en realidad, es jugar con las leyes para buscarles siempre aquella faceta, resquicio, laguna o interpretación que más favorezca a sus intenciones. Lo hicieron durante el periodo en el que el anterior gobierno estuvo en funciones, burlando de manera evidente y partidista, lo que en buena hermenéutica de lo que debía ser un periodo de mero trámite, de mantener una actividad gubernamental en modo stand by sin atender a otros problemas que no fueren los cotidianos, los ineludibles y aquellos que por su propia naturaleza no fuera posible la dilación en sus resolución. Ellos no hicieron caso de esta costumbre, no aceptaron parar la función legislativa correspondiente a la Cámaras disueltas y se lanzaron, a tumba abierta, a sustituirlas mediante la publicación de decretos-ley, gracias a los cuales, ante el embobamiento de la JEC fueron haciendo su propaganda electoral, comprando los votos de los ciudadanos mediante la promesa, entrega y puesta en práctica de diversas mejoras, económicas, sociales y sindicales, que afectaban a muchos sectores de los que, gracias a aquellos chantajes, se fueron asegurando votos aunque, evidentemente, el resultado de la votación, pese a los trucos empleados, significó una pérdida de 700.000 votos para el PSOE.

El cargar contra el señor Aznar porque está en contra de la actual política de las izquierdas o a Pablo Casado por parecidos argumentos y olvidarse de que el señor Felipe González o el señor Alfonso Guerra, socialistas hasta la médula de los huesos, que en parecidos términos vienen criticando los acuerdos con comunistas e independentistas que tiene planeados el actual gobierno, creemos que carece de sentido y, ya que usted califica de demagógicos y exagerados los pronósticos de problemas económicos, no tiene más que enterarse de lo que están diciendo las publicaciones económicas sobre el “parón” que se prevé que vamos a tener y, esto sin contar con los posibles efectos que van a tener para España las desbandada de los ingleses con su famoso “brexit” y las consecuencias que puedan derivarse de él y de las arduas negociaciones que van a tener lugar durante el transcurso de este año, entre la UE y el gobierno inglés.

En todo caso, apreciamos en su artículo un velado optimismo respeto a lo que vaya a representar para España y los españoles el gran cambio que se va a derivar de la entrada de este nuevo gobierno de tendencias francamente filocomunistas y propuestas de un aumento del gasto público, anunciada a bombo y platillo por los ministros del nuevo gabinete, que poco o nada van a tener que ver con la disminución de nuestra Deuda Pública que, nos gustaría recordar, ya se nos ha llamado desde la CE, en varias ocasiones, la atención a causa de su constante crecimiento. Por otra parte, sería conveniente que se manifestara acerca del problema catalán y sobre si cree que la forma en la que los socialistas y comunistas lo están llevando, con entrevista incluida entre el señor Sánchez y el señor Torra, un presidente que ya no lo es pero que, la incuria de quienes debieran de haberlo impedido que continuara ejerciendo de tal, le permite que siga amenazando e insultando a la nación española apoyado, en esta ocasión, por el PSC y con la ayuda inapreciable del señor Sánchez, que sabe que si no presta pleitesía al catalán todo el castillo de naipes que tiene armado se le puede ir para abajo en menos que cante un gallo.

En realidad, como columnista del diario catalán de claras tendencias soberanistas, La Vanguardia, del grupo Godó, es evidente que tiene que actuar con cierta discreción por aquello de que “quién paga manda” y sus incursiones en el espinoso tema del separatismo catalán son más bien escasas y, sobre todo, se podrían considerar muy respetuosas, quizá demasiado, puede que para no herir la sensibilidad del señor Director del diario. Verá, señor Ónega, cuando un país, como en nuestro, con una tradición de más de dos mil años de cultura cristiano-romana, con tradiciones y sentimientos hondamente arraigados en nuestro pueblo y con una Guerra Civil de por medio, que muchos todavía no han sido capaces de superar y pretenden ignorarla, cuando no tergiversarla, como ocurre con estos defraudadores que escriben la Memoria Histórica; no valen las medias tintas, las concesiones gratuitas; los diálogos en los que una de las partes exige y la otra cede; el desprecio por las leyes y los incumplimientos flagrantes de nuestra Carta Magna, ya no es posible que unos pretendan quedar en la zona de los no beligerantes y es necesario dar un paso al frente porque, en el caso contrario, podríamos llegar a pensar que se ha situado en el lado oscuro de esta narración, en la que está claro que los hay con proyectos de índole totalitaria y, el resto, que siguen opinando que España no tiene otra salida, para conseguir alcanzar su recuperación económica y la mejora del nivel de vida de sus ciudadanos, que el seguir en el bando de los que defienden la libre iniciativa, el esfuerzo personal, la moral, la ética, las libertades individuales y, la función residual del Estado, solamente para aquellos temas donde la iniciativa individual es insuficiente o no llega a alcanzar.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, nos hacemos cruces de los cambios que experimentan aquellos señores que han estado viviendo, durante los últimos años, en puestos relevantes de la política, la cultura, el periodismo, la ciencia y las artes, que han formado parte, por activa o por pasiva, de diversos momentos de la política española. Personajes que han sido firmes apoyos de la monarquía, que han sido considerados de ideas más bien conservadoras o, incluso, que formaron parte de los funcionarios y mandos de la pasada dictadura del general Franco; la facilidad con la que se han venido prestando al chaqueteo y al cambio de camisa política. Muchos de ellos se atreven a presentarse como miembros de la oposición clandestina o universitaria al régimen franquista, cuando fue en aquellos tiempos en los que mayores triunfos consiguieron o lograron obtener importantes beneficios económicos. La maldita hipocresía y la famosa ley del péndulo: “que tanto la derecha como la izquierda tienden aislarse de sus posiciones más extremas para, como ocurre con la ley física del péndulo, tras las normales oscilaciones buscar el centro”, una posición que, sin embargo, no consiguen nunca alcanzar porque, el beneficio, lo obtienen precisamente de encasillarse en sus puestos extremos. El sol de justicia de una nueva era/ radiante amanece en nuestra nación/ Ya ondea en el viento la pura bandera/ que ha de ser el signo de la redención.

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