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Este fin de semana, mi hija adolescente ha escrito emocionada una tarjeta navideña a una amiga. Y yo estoy encantado. Sé que puede parecer una tontería, pero es que, desde que recibió el móvil hace dos años, ha abandonado todo lo que tiene que ver con la escritura de puño y letra y se ha dejado llevar, desgraciadamente, por la corriente que impera en la actualidad.
Sería extraño hablar de Navidad y no mencionar el reencuentro con la familia, la hora del árbol y los hermosos adornos navideños. Toda esa magia que convierte nuestras casas en un mundo de fantasía, regalos y color para nuestros hijos. Con la llegada de la Navidad, los sentimientos florecen en las personas, el entusiasmo y la solidaridad se hacen visibles a nuestro alrededor.
El arcángel Rafael, en Córdoba es venerado, pues fue el enviado fiel que Dios había designado para echar de nuestro lado aquella peste tan cruel.
El director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus ha trasladado su felicitación al presidente Luis Abinader por la gestión frente a la pandemia del COVID-19. Durante el encuentro, Abinader citó la necesidad de mejorar los niveles de atención primaria para elevar los indicadores de salud y solicitó apoyo internacional para ayudar a Haití a mejorar su situación sanitaria.
Las personas nacen, crecen, y luego desaparecen. Es la regla de la vida. Sin embargo, no siempre se piensa en lo difícil que puede resultar resumir estas palabras en hechos. Y las madres, esas mujeres que han experimentado dar vida a otros seres, lo saben muy bien.
Hay dos costumbres inveteradas cada vez que empieza el año: desearse felicidades unos a otros, y hacer predicciones sobre los acontecimientos que puedan producirse a lo largo del tiempo. Por mi parte deseo a los míos: éxito en sus estudios, en sus trabajos, en su elección de pareja que hago extensivo a todos los demás. Para los que ya estamos viejos deseamos que nuestros achaques no resulten dolorosos, penosos ni latosos para los demás.
Un anuncio navideño: “Arranca la Navidad comercial”. Una jornada espiritual convertida en compra compulsiva. Los magos no vinieron de Oriente para regalar juguetes a los niños ni regalar bagatelas a los adultos. Emprendieron el largo viaje para adorar a Jesús, el Hijo de Dios.
Pero bueno, nuestras historias, que ambas son reales, lo diré, se parecen mucho. Sobre todo en su inicio. Ni Paloma ni yo comenzamos bien esta vida. Entendiendo bien como no maravillosamente, o en paz. Hubo... ¿cómo decirlo? Problemas. Gente, gente que nos hizo daño. ¡Eh, pero alto! Paloma es como yo! ¡No le gusta hablar de eso, miramos hacia adelante!
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