Queridísimos hermanos y hermanas: Felices Navidades, antes que nada. Recordaréis aquellos años en los que recibíamos felicitaciones de navidad de familiares y amigos y las íbamos poniendo junto al belén o colgadas del árbol de navidad. Te servía para fardar de todos los amigos que tenías y habían hecho el esfuerzo de comprar una tarjeta de navidad con un motivo más o menos clásico o moderno; la habían escrito a veces con un lacónico “Felices Fiestas y Prospero año nuevo” o con un texto un poco más currado; lo ponían dentro de un sobre; escribían la dirección; pegaban un sello en la parte superior derecha (lo digo para los milenials que esto no lo saben); y lo llevaban a correos. Todo un esfuerzo que era de agradecer.
A principios de este siglo la cosa fue cambiando y solo recibía tarjetas del “Corteinglés” y de algunos suministradores potentes que hacían un barrido a toda su clientela.
Ahora, a finales de los años 10 de este siglo, ni siquiera estos te envían tarjeta de felicitación. Todo pasa a ser digital. De repente el buzón del correo electrónico o el whatsapp se te llena de felicitaciones. Que son bonitas, algunas muy trabajadas y eso, pero si quieres colgarlas en el árbol o ponerlas junto al belén y recordarlas pues ya es un poco más complicado: imprime el folio, mira que el cartucho de tinta de color esté en condiciones… No sé, es de agradecer, pero pierde encanto. Te alegras cuando la recibes, pero tiendes a olvidarla cuando pasas a leer la siguiente felicitación. Así que daros por felicitados y, si queréis, recortad este articulo y colgadlo en vuestro árbol.
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