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En la casa de mis padres se hablaba poco o nada de política. Tan solo mi madre se decantaba por una actitud claramente monárquica. En mi propio hogar no se habla de política. Como somos tantos, lógicamente tenemos unos criterios dispares, que nos cuidamos muy mucho de manifestar. Personalmente, cada vez mantengo menos certezas y tan solo me centro en analizar las personas y sus hechos, en lugar de discutir sus ideas.
En un mundo donde la personalización ha conquistado sectores tan diversos como la moda, la tecnología y la gastronomía, no es sorprendente que esta tendencia también esté transformando los servicios funerarios. Cada vez más familias buscan despedir a sus seres queridos de una forma única y significativa, adaptada a sus valores, creencias y deseos.
El precio medio de un servicio fúnebre en España ronda los 3.700 euros, aunque en algunas provincias puede superar los 5.000 euros, con diferencias si se trata de un entierro o una incineración. De estos, alrededor de 750 euros son la tasa del IVA del 21% impuesta desde 2012 para esta clase de servicios en nuestro país.
La finalidad de una capilla ardiente es facilitar la despedida pública de la persona fallecida, sin abandonar el ambiente familiar e íntimo del momento. En este sentido, por capilla ardiente nos referimos a un emplazamiento y no a un acto en sí mismo.
La celebración del homenaje de Estado a las víctimas del coronavirus y de reconocimiento a la sociedad se ha convertido en uno de los actos oficiales que más repercusión mediática ha generado en lo que llevamos de año, desde crónicas hasta análisis, columnas de opinión y tertulias.
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