La finalidad de una capilla ardiente es facilitar la despedida pública de la persona fallecida, sin abandonar el ambiente familiar e íntimo del momento. En este sentido, por capilla ardiente nos referimos a un emplazamiento y no a un acto en sí mismo.
Fundéu BBVA nos aclara que una capilla ardiente se instala, se dispone o se abre, pero no se celebra: «La voz capilla ardiente se refiere a una cámara donde se vela un cadáver o se le tributan honras, de modo que se trata de un lugar, no de un acto».
La necesidad principal a la hora de montar una capilla ardiente es dar cabida al número de personas que se estima que van a dar su último adiós al difunto. Generalmente las capillas ardientes se instalan cuando el finado es una autoridad o personalidad pública de gran arraigo en la sociedad. En consecuencia, las capillas ardientes se montan en aquellos lugares en donde el fallecido realizaba su vida pública o tenían una relación directa entre su profesión.
Por ejemplo, la capilla ardiente del futbolista José Antonio Reyes se instaló en el estadio Ramon Sánchez Pizjuán y fue visitada por unas once mil personas. O la capilla ardiente del ex presidente del Gobierno de España, Adolfo Suárez, ubicada en el Congreso de los Diputados y por la que pasaron treinta mil personas.
Las capillas ardientes se suelen instalar en espacios efímeros y los elementos materiales que puede acoger son el catafalco, iluminación, sillas, coronas de flores, banderas, crucifijo, reclinatorio y fotografía del fallecido.
Lógicamente, el espacio debe acoger la ubicación de la familia disponiendo de sillas destinadas a los miembros familiares, principalmente.
También, se puede habilitar una zona, generalmente en el acceso a la capilla ardiente, para colocar el libro de condolencias. El objetivo de este ejemplar es dar la oportunidad a las personas que asisten al velatorio de plasmar palabras de afecto y consuelo a los familiares del fallecido.
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