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Hay momentos en la vida que nos marcan para siempre. Momentos en los que, cuando todo parece perdido, una mano firme y valiente se extiende para salvarnos. Hoy quiero rendir homenaje a un hombre que no sólo me salvó la vida, sino que encarna los valores de dedicación, coraje y excelencia que todos deberíamos aspirar a tener: D. Juan José Aranda Polvillo.
Medio siglo tuvo que esperar el reconocimiento público a un héroe a quien todos admiraron siempre en secreto, aunque lo negaran en público. Alguien a quien se abstuvieron de conmemorar, pero a quien jamás nadie pudo olvidar. Realza este acto de justicia el hecho evidente de que ni siquiera sus más enconados adversarios lo pudieron evitar.
Hijo de un inmigrante de los Balcanes oriundo de la lejana Montenegro y casado con Irma Goitia, sido elegido por la providencia para escribir con su vida un poema inmenso. Condecorado con la Cruz del Chaco, su actuación en la guerra conquistó dimensión legendaria cuando actuando bajo el mando del recordado León Karé traspuso las márgenes al norte del río Parapití.
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