Hay momentos en la vida que nos marcan para siempre. Momentos en los que, cuando todo parece perdido, una mano firme y valiente se extiende para salvarnos. Hoy quiero rendir homenaje a un hombre que no sólo me salvó la vida, sino que encarna los valores de dedicación, coraje y excelencia que todos deberíamos aspirar a tener: D. Juan José Aranda Polvillo.
Este hombre formó parte del equipo de escoltas de la reina doña Sofía en la Expo´92 y perteneció a los Grupos Especiales de Operaciones (GEO), es el ejemplo vivo de lo que significa estar al servicio de los demás. Los GEO no son sólo élite por su entrenamiento o sus misiones imposibles; lo son por la fibra moral que los impulsa. En su tiempo como GEO, enfrentó peligros que la mayoría de nosotros no podríamos imaginar, siempre guiado por el compromiso de proteger a quienes no pueden protegerse. Estuvo perseguido por terroristas y recibió por su labor la Cruz Blanca al Mérito Policial.
Esta orden se creó por Decreto de 18 de junio de 1943, para disponer de una forma de premiar a los policías por sus destacadas acciones, tanto en "servicios extraordinarios practicados" como en "trabajos o estudios de sobresaliente interés científico o de técnica profesional". La creación de la medalla se eleva a rango de ley el 15 de mayo de 1945 y es un reconocimiento que simboliza mucho más que el esfuerzo y la dedicación profesional. Es un reflejo de su capacidad para seguir sirviendo a la sociedad, para liderar con el ejemplo y para demostrar que la excelencia no es un objetivo, sino una forma de vivir.
Fue mucho más que un príncipe azul, marrón entonces, que salvara en un acto heroico a una joven de 25 años, que a su vez intentaba salvar a su madre que la acompañaba y a la que habían arrebatado los delincuentes ya todo el dinero que llevaba justo a la salida de Caja San Fernando. Me salvó de la tercera puñalada que quedó en rasguño y que hubiera sido mortal de necesidad. Fue un amigo del alma, un amigo entrañable durante treinta y seis años, que me enseñó muchas cosas de la vida.
Quienes mueren no desaparecen, aparecen en otra dimensión y se comunican con nosotros cuando lo consideran necesario. Así es. Así lo comprobará su familia y personas más cercanas a su alma. No puedo hablar de él sin mencionar la forma en que me impactó directamente. Cuando mi vida pendía de un hilo, él fue quien intervino. Su determinación, su calma bajo presión y su humanidad no sólo me salvaron la vida, sino también la fe en las personas.
Juan era un pilar, una columna, un atlante, como se quiera llamar y falleció el mismo día 12 de octubre, día de la Virgen del Pilar, Patrona de España.
Hombres como él no buscan reconocimientos ni aplausos. Su recompensa está en el deber cumplido, en saber que hacen lo correcto incluso cuando nadie los ve, aunque a veces lo correcto parezca a algunos ojos como incorrecto. Todo es perfecto y necesario. Las cosas son como son por algún motivo.
Su valía personal y profesional merecen ser destacadas, merecen ser contadas, son un ejemplo, un aliciente en este mundo que aparece dividido y caótico, necesitamos ejemplos como el suyo para recordarnos lo que somos capaces cuando actuamos con valor y generosidad.
A tí, desde lo más profundo de mi corazón, gracias por haber llegado hasta mí y haberte quedado en mi vida, con cariño, con respeto, por el ejemplo que representas y que lamentablemente hay ojos ciegos que no han valorado lo suficiente. Gracias por ser un faro de esperanza, por demostrar que el compromiso de vida y la bondad pueden cambiar destinos.
Para describir la vida de Juan no hay nada más certero que algunas de las canciones de Serrat, por ejemplo Tío Alberto:
“Camina sobre el bien y el mal / con la cadencia de su vals / mitad juicio y mitad mueca burlona… Cató de todos los vinos / anduvo por mil caminos / y atracó de puerto en puerto / entre la ruina y la riqueza / entre mentiras y promesas / aún sabe sonreír…
Da todo lo que puede dar / su casa está de par en par / quien quiere entrar tiene un plato en la mesa / … “
Los siguientes versos expresan el apego a la libertad y el compromiso de vida.
“Tiene de un niño la ternura / y de un poeta la locura / y aún cree en el amor, tío Alberto / Por ti valsea en re bemol / agradecido el tibio sol / de este otoño que hiciste primavera / El vaso de mi juventud / yo lo levanto a tu salud / Rey del país del sueño y la quimera…
En el final del camino / te esperó la sombra fresca / de una piel dulce de veinte años / donde olvidar los desengaños / de diez lustros de amor / Tío Alberto”.
Sí, porque casó y es padre de dos personas que de seguro seguirán su vivo ejemplo.
Este recuerdo u homenaje a ti es apenas una pequeña muestra de la gratitud y el respeto que inspiras a los demás. Que tu vida siga iluminando el camino.
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