Hablar hoy de Rafael Franco, es como tratar de explicar a un profano y neófito el origen de las cosmogonías religiosas de las civilizaciones antiguas. Es intentar la proeza de separar una historia real que se imbrica con la leyenda y el mito. Pienso que debe haber sido la sensación de todos aquellos que emprendieron la titánica labor de narrar la vida y pasión de las personalidades extraordinarias de la historia.
La imaginación evoca a Homero escribiendo las primeras líneas de la Ilíada, o Virgilio emprendiendo la aventura de escribir La Eneida. Penetrando en dimensiones esotéricas, sobrenaturales, buscando explicación a lo inexplicable.
Alguien cuyo linaje divino le permitía comunicarse en forma directa con los dioses y materializar lo imposible. Es quien supo expulsar a sangre y fuego de territorio americano, a estrategas y técnicos europeos inspirados y sufragados por el dólar, como lo hicieran durante las guerras de Independencia los mismos Libertadores de América.
Rafael Franco es todo eso, pero también mucho más que eso. Es además el único héroe del Chaco que fascinó a plumas como las de Augusto Roa Bastos, Rivarola Matto, Nestor Romero Valdovinos, Hugo Rodríguez Alcalá, Darío Gómez Serrato, Caballero Figùn, Campos Cervera, Julio Correa, entre tantos otros.
Al cabo de tanto tiempo, tendrá el Leon Rengo su monumento, logro de una batalla final librada en primera línea por el Concejal Orlando Fiorotto y plasmada en bronce por Javier Guggiari, quienes cual cierre del camino Campo Vìa - Puesto Ustares, hoy terminan finalmente con una exitosa maniobra que evoca a Zenteno Gondra.
Maniobra largamente esperada, es bien sabido, pero la resonancia espiritual de la historia también es una ley del tiempo de cumplimiento inexorable. Ya lo supo plasmar el gran Augusto Roa Bastos. Nada es tan poderoso como alguien que desde la muerte, monta guardia y espera. El aplazo de este homenaje es apenas una confirmación de sus kilates.
Medio siglo tuvo que esperar el reconocimiento público a un héroe a quien todos admiraron siempre en secreto, aunque lo negaran en público. Alguien a quien se abstuvieron de conmemorar, pero a quien jamás nadie pudo olvidar. Realza este acto de justicia el hecho evidente de que ni siquiera sus más enconados adversarios lo pudieron evitar.
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