Me gusta esa población activa dispuesta a hacer lo que predica, a tomar conciencia de que la cuestión social se ha globalizado, lo que nos exige movilizarnos y pasar a la congruente acción responsable. Se me ocurre pensar en esos jóvenes argentinos, congregados para frenar y mitigar las secuelas del cambio climático. Cuentan para ello, con el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, que les ofrece un espacio para que se formen e informen, puedan buscar soluciones conjuntas entre todos los moradores del mundo, y sus mensajes puedan trascender a través de canales de acción adecuados. Ahora bien, no es igual predicar que dar trigo, además sabiendo que el principio de la educación es instruir con el ejemplo, nos conviene ampliar los horizontes y comprometernos con ser honestos y razonables en nuestras actuaciones.