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La mediación se ha convertido en una de las herramientas más efectivas para la resolución de conflictos en diferentes contextos. Desde hace años, su implementación ha demostrado ser exitosa en muchos casos, lo que ha despertado un creciente interés en aplicarla en situaciones que, a primera vista, parecían no tener solución.
La violencia de género es un problema crítico que exige atención y tratamiento adecuados, especialmente en lo que respecta a los métodos de resolución de conflictos como la mediación. En este contexto, es fundamental entender que la agresión genera una relación de poder desigual, lo que pone en evidencia la imposibilidad de alcanzar una verdadera paridad entre la víctima y el agresor.
Pido disculpas por el título, pero no es un error. No he querido escribir mediador, que es lo que Zapatero dice que es. Pero sí he utilizado las mismas letras colocadas en otra disposición para definirlo. Porque Zapatero es un siniestro personaje que, después de dejar a España hecha unos zorros, presta ayuda a un mandatario que tiene a su país (Venezuela) al borde del descalabro total.
La mediación familiar es un proceso voluntario y confidencial en el que un mediador imparcial facilita la comunicación entre las partes involucradas en un conflicto como divorcios, custodia de hijos, herencias o disputas patrimoniales. El objetivo principal es llegar a acuerdos mutuamente aceptables y beneficiosos para todas las partes, evitando así la confrontación y el litigio en los tribunales.
En el Ángelus del domingo, 6 de marzo, el papa Francisco informó que dos cardenales se encontraban en Ucrania para ser «la presencia no solo del Papa, sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y decir: “¡La guerra es una locura! ¡Deténganse, por favor! ¡Miren qué crueldad!”».
La Justicia es más lenta que ciega. Lo es, sobre todo, porque cualquier ciudadano sensato, sintiéndose mínimamente agraviado en su amor propio, acude instintivamente a ella. Ciega, también, al menos desde mi particular punto de vista, si bien este postremo epíteto no sea el adjetivo más adecuado con el que calificarla de iure.
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