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El creciente papel de los tribunales en la vida real y en la sociedad, responde a la complejidad de las situaciones y los conflictos que se producen, en la sociedad líquida en la que vivimos. Este fenómeno se observa en diversas áreas como la salud, la educación, la tecnología, el ámbito laboral y los derechos civiles. Uno de los ejemplos más claros es la judicialización de algunas decisiones médicas, en la etapa final de vida de las personas.
Uno piensa en Italia y la ve como esa gran extensión de la Roma imperial o la Roma republicana que con el paso de los años quedó reducida a la forma de bota con alguna que otra isla en sus alrededores como Sicilia, Cerdeña, Pantelaria, Lampedusa, linosa… Es como si Italia siempre hubiera sido tal y como lo es ahora. Sin embargo, haciendo gala de la sapiente historia, Italia, hasta hace escasos 160 años, estaba formada por múltiples reinos.
En España, señores, hemos entrado de lleno en la época de los despropósitos gubernamentales, a precio de saldo. Parece ser que todo lo que se está organizando en esta nefasta etapa de entreguismo del país a quienes tienen el propósito de llevarlo al desguace, tiene un componente encaminado a trastocar los valores tradicionales de los que hemos gozado durante años.
No me sorprende que Pere Aragonés --apoyado por el ‘Sófocles’ Salvador Illa-- pretenda que se negocie la amnistía, la autodeterminación, el obligado exilio de la monarquía y el soberanismo catalán. Precisamente esas cuestiones, el Ejecutivo las tiene descartadas por completo, dado que están fuera de la ley. La ignorancia catalana y el egocentrismo salen a luz una vez más. Ya son muchos años robando a España.
Descifrar los resultados del 26M en Barcelona se presenta como una condición preliminar para desmentir unas interpretaciones que, desde cuando empezó el proceso separatista, unen los españolistas e independentistas en su distorsionada lectura de los fenómenos políticos.
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