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Ima Sanchís le pregunta a Pere Portabella, director de cine y político: ¿Qué ha entendido del ser humano? El político responde: “Todas las especies se adaptan al cambio excepto nosotros. Somos instintivamente depredadores”. Este concepto que el director de cine tiene del ser humano no gusta a mucha gente que lo consideran bueno por naturaleza y culpan al entorno de su perversidad.
Los medios hablan de una ola de protestas que sacude el mundo, pero es difícil afirmar que haya conexión entre ellas; para hablar de algo generalizado habría que adentrarse en cada manifestación y especificar las causas que la amplifican. Como sea, es cierto que en cuatro continentes se han producido movilizaciones, y algunas, como las feministas y ecologistas, son claramente transnacionales.
A lo largo de los últimos 365 días se han ido sucediendo los problemas de todo tipo a escala política, económica, mundial y nacional. Eso no ha impedido que algunos disfrutones de la vida -entre los que, humildemente me encuentro- nos sintamos relativamente satisfechos de como ha discurrido. El secreto estriba en comparar los buenos momentos con aquellos que no lo son tanto. Las vivencias felices… ganan por goleada.
El contraste es el protagonista tenaz, presente en las actuaciones humanas. La misma inestabilidad vital reproduce las contradicciones en un reciclado permanente de tensiones. Si tenemos en cuenta la diversidad de elementos intervinientes, partículas, fenómenos biológicos, número de personas, enigmas; la mayor paradoja destaca por la actitud del ENGREIMIENTO.
En los cines, por ejemplo, es habitual que algunas personas estén con su móvil encendido en plena proyección de la película molestando con la luz de la pantalla a los espectadores de la sala. Es preciso pensar en los demás y si las normas de los cines dicen que es obligado mantener el móvil apagado o en silencio durante la película hacer caso, por el bien de todos.
Año 2006, estoy de vacaciones armada de valor, jamás con pistola, viendo las flores crecer y nuestro pasado remover. Estoy de vacaciones limpias, no llorosas, que se acaban pero lo pasé bien, paseé, anduve en bici, salí con amigos y algo más que no contaré, que me llevaré a la tumba.
Hace unos días enmudeció el clamor de un cantor. Su voz rota, desgarrada, áspera como el papel de lija, hería y profundizaba en las grandes hipocresías en las que se asienta nuestra sociedad. Alguien dijo, no recuerdo ahora quien, que la sociedad no sería posible sin la mentira.
A lo largo del tratado Hegel muestra como siempre su gran precisión conceptual y judicativa. Sus juicios son extraordinariamente agudos y establece distinciones muy acertadas sobre la naturaleza del arte y de la actividad artística.
Lo que se hace por amor, Saturno, Eduardo, Luciano, amores crueles, verdaderos o sinceros por los que lloré. Ellos llenaron mis días.
“Una mentira puede dar media vuelta al mundo antes de que la verdad hay empezado siquiera a calzarse las botas” (Ley de Murphy). Una de las cualidades innegables que se les pueden atribuir a las izquierdas políticas, extensible a estos “patrioteros” separatistas de la comunidad catalana, es la rapidez de reacción ante cualquier incidencia, fuere importante o no tanto, de la que se puedan valer para apoyar su causa.
Quizás tengamos que retornar al niño que todos llevamos dentro para poder disfrutar de ese espíritu de belleza, de bien y de verdad, transformándonos en un comportamiento, tan afectivo como efectivo; pues todos los deseos que siembran positividad, nos alientan a ese gozo de mansedumbre, de benevolencia, de bondad en suma. No hay mayor alegría que la de sentirse querido y la de poder amar.
Tengo un lector amigo que me dice que soy un avezado observador de cuanto ocurre a mí alrededor. Constantemente voy escribiendo en mi mente las historias que me sugiere cuanto contemplo. A veces, lo plasmo en mis escritos.
En esta época navideña deseo que los Magos de Oriente nos traiga paz y bonanza para todo el país
Que cansina se está volviendo la política en este país.
Resulta cuando menos chocante, en una época con enorme proliferación de comunicaciones, la incongruencia de la percepción inadecuada de los mensajes. Hablamos de palabras, pero también de imágenes o exposición de diversas actuaciones; incluyendo en la deliberación el inmenso valor del SILENCIO.
En cambio, el carácter es definible como la adquisición por parte de la persona de los valores y costumbres sociales. Existen tantos caracteres como sujetos en el mundo.
Viendo a Lola... niña bonita, de peluche, preciosita, amante de los hombres, cariñosita con pecas, no me quiso besar. Viéndola ojo a ojo, sintiéndola, cara a cara, jugando con muñecas, divirtiéndose sin cesar, gritando con la boca llena, dándome sus muñecos, bailando a buen ritmo, pisando pedales de bici, sin llorar ni un pelo, con sus ojos luminosos de oro, abiertos cual la luz solar, grandes cual es mi presente, haciéndose querer mucho.
En muchas de las consideraciones que realiza estoy de acuerdo con lo que explica. En otras cuestiones no. Es cierto, por ejemplo, que Cataluña nunca ha sido una colonia y no le es aplicable, de un modo racional, el derecho de autodeterminación como quieren los independentistas.
Generar valor en todo es provocar círculos bondadosos personales y sociales, es detonar relaciones de progreso, es echar mano de una visión profunda para identificar los paradigmas que nos han sido impuestos y poder hallar nuevas rutas de convivencia.
Las comunicaciones superficiales difunden sus mensajes con una eficacia sobrecogedora. A su facilidad emisora añaden una sencillez tentadora para los crédulos perezosos, nunca dispuestos para los esfuerzos analíticos. Intentan definir las cosas, cualquier ente, a su manera; a fuerza de repeticiones pretenden centrar la realidad de las cosas en sus descripciones sectarias.
Me gustan esas almas próximas, sensibles, inmaculadas, dispuestas a abrazarlo todo con la cercanía de un espíritu creativo, impregnado de buenos propósitos y de compasivos quehaceres, en favor de un mundo más consustancial con la luz y en lucha contra esta mediocridad que nos atormenta. Sin duda, hemos de abrir otros horizontes más fraternos.
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