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Los medios abusan de palabras que solo transmiten emociones pasajeras o que son vacías de conceptos. Son buenas captadoras de clientela mediocre. Y generadoras de fama etérea y dinero fácil. Pero no mejoran ni enriquecen la sociedad. Es un virus que se extiende ràpido.
Somos muy propensos a la atribución de causas sin las reflexiones oportunas. Al referirnos a los individuos como causantes añadimos filias y fobias, desvirtuando las conclusiones. La causa directa (Apretar un botón), en su sencillez, viene acompañada de gran número de condicionantes no valorados en su justa medida.
¿Por qué odia el ser humano? ¿Se le puede combatir con leyes anti odio? NO. Las leyes anti odio tienen el efecto de amordazar a la disidencia sea en el campo que sea, ya que son censura a la libertad de pensamiento, libertad que es esencial en una sociedad democrática. Sin libertad de pensamiento las naciones se convierten en sociedades de borregos porque paraliza el pensamiento constructivo. El pensamiento único es nefasto.
“Una nube negra se eleva desde el palacio en llamas. El presidente Allende muere en su sitio. Los militares matan de a miles por todo Chile. (…) La señora Pinochet declara que el llanto de las madres redimirá al país” .
Al resguardo de la libertad acuden presurosos los más inverosímiles elementos insustanciales, entreverados con valiosas aportaciones.
Soy la dama de la pluma que escribe en color azul marino, propio de lo divino, de la verdadera tinta casi humana que te marca una y otra vez…
Siendo una niña pequeña, ser libres era “ser una paloma blanca que volaba muy alto o una chica montada sobre un hermoso caballo marroncito, llamado Palomo, y que trepaba sobre la arena de una hermosa playa con su inmenso y eterno mar de color azul turquesa y muchas aves volando por el cielo”.
La televisión en blanco y negro de finales de los sesenta terminaba sus programas con una reflexión bajo el título de “El alma se serena”.
Cuando un evento nos abre las mentes hacia horizontes ligados a los sentimientos íntimos, a la experiencia radical de nuestra presencia en el mundo, a la relación con los espacios próximos, sin renuncias pacatas hacia lo más distante; cuando en su desarrollo desaparecen las desconsideraciones tan habituales en las agrupaciones modernas.
Es un suspiro, un parpadeo, una brizna de tiempo el instante que separa el pensamiento de la acción, y, sin embargo, en tan breve espacio, caben mil vidas. Porque a veces da miedo decidir. Decidir supone descartar vidas que ya nunca serán pero que quedarán ahí, abortos de existencias que tal vez nos pedirán cuentas en nuestras pesadillas.
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