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La guerra ha vuelto al corazón de Europa. Al desatar la invasión de Ucrania, Putin está amenazando la paz mundial, provocando una guerra que deja ya un alargado rastro de sangre y desestabilización. Miente cuando afirma que busca liberar a Ucrania del “gobierno nazi” de Kiev o “defender la independencia” de las regiones del Donbass. Miente. Quien hoy ocupa el lugar de los nazis que invadieron Ucrania es Putin.
Como a la Francia que ocupaba el Magreb, no se reprocha hoy a Europa haber traicionado una misión en Ucrania, simplemente porque no tenía ninguna. Tampoco se le reprocha el solo poder ofrecer las melosas palabras del neocolonialismo liberal, pues se han convertido apenas en un eco del monstruo supereuropeo.
La activista ucraniana por los derechos humanos y LGBTQI Olena Shevchenko tenía previsto liderar una multitudinaria manifestación en Kiev el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, como pilar de la organización de la Marcha de las Mujeres de esa ciudad. En cambio, Shevchenko se encontraba ese día a unos 500 kilómetros al oeste de Kiev, refugiada en la ciudad de Lviv, desde donde intentaba desesperadamente ayudar a otras personas a escapar.
Puede que sea fácil clasificar al señor Putin…, empecinamiento ególatra. Comprendiendo la ruina de esta guerra, sabremos la miseria que ha originado. El eco llega a Rusia: “libertad y coraje”. Proteger la familia y después coger el fusil. Capítulo primero de Política Social: Mentir y engañar, abre la puerta al desprecio y hiere de muerte la confianza.
Dada la gravedad de la Guerra de Ucrania, la Guía ha tomado la decisión de no promocionar Moscú como destino, por lo que la selección de Moscú y los proyectos de desarrollo de la Guía Michelin en Rusia quedan congelados por el momento.
Cuando se cumple la primera quincena de la guerra en Ucrania, todos los seis diarios serios de Inglaterra han compartido en sus portadas la misma foto a color de una mujer a punto de dar a luz que es transportada en camilla en medio de las ruinas de un hospital en Mariúpol. Esta es la principal ciudad costera del Mar de Azov y de Duhansk, una región del sudeste ucraniano que junto con la adyacente de Luhansk se autoproclamaron como repúblicas independientes en 2014.
Nací en 1945, apenas terminada la Segunda Guerra Mundial, justo un mes antes de que se declarara el armisticio definitivo que dio fin a la misma. Hoy, setenta y seis años largos después, nos encontramos inmersos en otra guerra que, aunque por el momento, se circunscribe al este de Europa, tiene todos los visos –y de hecho ya estamos sufriendo las consecuencias- de ampliarse en el tiempo y en el espacio con unas dimensiones desconocidas, por el momento, para todos.
Ucrania se ha convertido hoy en el único país del planeta en el cual el Estado impulsa y financia un batallón que abiertamente reivindica a nazis y que usa sus símbolos y métodos de tortura y de limpieza étnica. Este es el "Regimiento Azov", el mismo actúa en Mariupul, la principal ciudad costera del mar que lleva tal nombre y del Donbás. Sus integrantes saludan levantando la mano como fascistas.
La crisis ucraniana podría provocar un cambio en la estrategia de EEUU pues la Administración Biden estaría estudiando implementar la táctica de la zanahoria en Venezuela. que incluiría la relajación de las restricciones actualmente vigentes sobre el petróleo venezolano para revitalizar la actividad motriz de la economía venezolana.
En el Ángelus del domingo, 6 de marzo, el papa Francisco informó que dos cardenales se encontraban en Ucrania para ser «la presencia no solo del Papa, sino de todo el pueblo cristiano que quiere acercarse y decir: “¡La guerra es una locura! ¡Deténganse, por favor! ¡Miren qué crueldad!”».
El origen y responsabilidad de esta guerra (aunque la intolerable intervención militar haya sido de Putin, dicho desde el primer momento para que no se nos tache de Putinfilo) es de EEUU y de la OTAN. Pero decir esto hoy, es revolucionario y motivo suficiente para que todo el mundo te acuse de apoyar a Putin. A este extremo de ignorancia y manipulación hemos llegado.
Los espíritus, los profetas, los dioses, la fe, la razón de todos y cada uno de los seres vivos, ¿han desaparecido? ¿Dónde se encuentran sus ministros religiosos terrenales? La locura de un ególatra sólo puede ser dominada por Dios, por la firmeza de la razón del hombre. La iglesia ortodoxa rusa, mano de esperanza y látigo divino, debe hablar.
Recuerdo, cuando la Segunda Guerra Mundial, que iba con mi padre a oír el parte de guerra a la barbería del barrio. Todas las guerras posteriores las hemos tenido en casa con la radio o la televisión. La guerra actual, la de Ucrania, podemos seguirla continuamente oyendo a los que huyen o a los que luchan del lado ucraniano y a los reporteros de las cadenas de televisión, casi minuto a minuto. Todos van armados del inseparable teléfono móvil.
Hoy hay que hablar de la criminal invasión de Ucrania, proyectada principalmente para saciar las ansias del trastornado y supermillonario marxista (que Dios confunda) Vladimir Putin. Hasta donde yo sé, este tipejo que es el mayor dictador que hay en el mundo, desde sus tiempos en la KGB, tiene al pueblo reprimido hasta el punto de que cualquier orden suya es de obligado cumplimiento si no quieres verte privado de vida y hacienda.
Aunque el levantamiento fascista en España -imposible sin el apoyo decisivo de la Alemania nazi y la Italia fascista, y, por supuesto, el dejar hacer de las otras potencias imperialistas europeas y estadounidense- fuera la antesala de la segunda guerra mundial, la clave de la coincidencia entre Kyiv (Kiev en ucraniano) en 2022 y Madrid en 1936 está en el sufrimiento y la resistencia de los pueblos español y ucraniano en su lucha por la libertad y la independencia.
Es evidente que la palabra guerra, con todas sus fatales consecuencias, sea una expresión capaz de hacer temblar a cualquier persona. No obstante, por muy buenistas y pacifistas que seamos es evidente que, si hay algo que se ha ido reproduciendo fatalmente a través de todos los tiempos, desde de que el mundo es mundo, han sido sucesivos episodios de enfrentamientos armados entre los hombres.
Quien nos iba a decir que en este primer cuarto de siglo, la humanidad se iba a a ver zarandeada por dos guerras de distinto signo, pero con un efecto igualmente devastador. La primera de ellas se inició hace ya más de dos años con un ataque sorpresa en todos los rincones del mundo. Un virus de origen desconocido, Coronavirus, se expandió desde China hacia todos los continentes dejando casi seis millones de muertos.
Una tragedia de muerte y destrucción se ha cernido sobre Ucrania, mientras la invasión rusa entra en su segunda semana. La invasión ha matado a miles de personas y ha creado la mayor crisis de refugiados en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Ya son más de un millón los ucranianos que han buscado refugio en Polonia, Rumania, Moldavia y otros países de la región.
Al entrar al noveno día de la guerra en Ucrania las tropas rusas ya han entrado a combatir por el control de sus dos mayores urbes (la capital Kiev y Járkov), mientras que vienen capturando los principales puertos del centro y este de ese país y van penetrando desde el sur, el este, el norte y el noreste.
Es posible que, en estos momentos, las dos personas que tienen en sus manos el poder de declarar una contienda de carácter universal, se estén preguntando sobre si la responsabilidad que se han echado encima, si este inmenso poder que les confieren sus respectivos cargos, de decidir sobre la vida y la muerte de miles y millones de personas, les capacita, les autoriza o les da la fuerza ética y moral para que estén en condiciones de decidir el destino de la humanidad.
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