Hoy es domingo día 6 de marzo de 2022. Estamos muy ceca de aquel 8/M/2020, de triste recuerdo, por la decisión del plagiador y embustero Sánchez para que se ignorara lo del coronavirus y pudieran salir a la calle los defensores del aborto y la eutanasia, nada respetuosos para los que piensan distinto. Sin duda alguna, esas multitudinarias manifestaciones fueron la fuente de muchos estragos en el avance de la enfermedad y posteriores muertes, cuestión que -increíblemente- nadie ha evaluado con seriedad. Sin embargo, no voy a referirme a este asunto sino a uno más tétrico aún.
Hoy hay que hablar de la criminal invasión de Ucrania, proyectada principalmente para saciar las ansias del trastornado y supermillonario marxista (que Dios confunda) Vladimir Putin. Hasta donde yo sé, este tipejo que es el mayor dictador que hay en el mundo, desde sus tiempos en la KGB, tiene al pueblo reprimido hasta el punto de que cualquier orden suya es de obligado cumplimiento si no quieres verte privado de vida y hacienda.
Como no soy analista ni estratega, ni, experto en invasiones o en relaciones internacionales, sino un jubilado de 87 años, tan solo quiero hacer unas reflexiones sobre la realidad demográfica de nuestro mundo.
Habitamos el planeta, alrededor de ocho mil millones de seres humanos (8000000000). De ese total, la nación rusa tiene unos ciento cuarenta y cuatro millones de personas (144000000). Si hacemos una sencilla operación aritmética, resulta que la población rusa representa tan solo un 0,018% del total de la humanidad; para ser más elocuente diré que hay ciento ochenta (180) rusos por cada diez mil (10000) habitantes. ¿Es que un terrorista criminal va a amedrentar con 180 personas a 9820? O, dicho de otro modo, ¿9820 personas tienen que callar lo que dicten con sus armas 180 marxistas? ¿Vamos a consentir que el criminal Putin masacre a ancianos, mujeres y niños, destroce sus hogares, los desplace de sus hogares y de su patria y les arruine la vida? ¿A qué espera el resto del mundo?
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