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La vida tiene curiosos caminos y rumbos, y muchos son los senderos que, desde la introspección de las dudas, nos invaden. Ahí está la música que sirve como elemento de fe. El rock and roll ha servido y sirve para mostrar los matices de fervor que llevan hacia la fe y la espiritualidad.
Fernando Arregui, sacerdote, canonista y que en la actualidad se encuentra en el Tribunal Interdiocesano de Segunda Instancia de Zaragoza, ahora ha sido convocado por el Vaticano para apoyar en diferentes labores y asesorar al Papado.
En su Historia de España, Juan de Mariana empieza subrayando: “No me atreví a pasar más adelante, y relatar las cosas más modernas, por no lastimar a algunos si se decía la verdad, ni faltar al deber si la disimulaba”. Hubo tiempos en los que la distancia cronológica a los hechos estudiados fue un elemento de disputa en la argumentación sobre la cientificidad historiográfica.
No es que se trate de un “cura trabucaire”, ni mucho menos. Lo que sucede es que Cacho nunca ha sido un sacerdote al uso. Le conozco desde hace más de cuarenta años y he trabajado estrechamente con él en diversas ocasiones. Le conocí en el Teléfono de la Esperanza y he seguido su trayectoria como párroco en el Ejido, como misionero en Méjico y finalmente, en su destino actual como responsable de una parroquia situada en los arrabales de Caracas, en Venezuela.
Hace bastantes años, allá por los 60-70, impartía lo que se conocía como docencia, en un importante colegio religioso de la capital. En aquellos días la docencia estaba influenciada por la situación política: educación para una buena convivencia y orientación profesional para un equilibrio personal. El sistema educativo, el que yo practiqué, estaba basado en la reflexión y en la deducción..., la memoria en los libros.
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