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Nadie en la tierra puede decir yo soy Jesucristo, empero algunos dicen, el que me escucha a mí escucha a Dios. Estos se aprovechen de la situación social, es un abuso, ladronzuelos. Por supuesto, no todos son vendedores de esa identidad.
Mantengo una buena amistad con muchos de los curas de mi generación. Mi servicio como laico a la Iglesia, me ha permitido compartir trabajo, dedicación, alegrías y tristezas con algunos de ellos, a lo largo de toda una vida. He topado con toda clase de caracteres, de fervor, de dedicación plena a los demás, de molicie o de egoísmo.
A lo largo de mi vida he conocido a varios sacerdotes pertenecientes al clero castrense, especialmente durante mi paso por las Milicias Universitarias. Me consta que no se parecen en absoluto a esa especie de “cura trabucaire” al estilo del personaje de “La Vaquilla” de Berlanga. Realizan una labor de apoyo psicológico y espiritual a las tropas desplazadas en lugares no exentos de peligro, a lo largo y ancho del mundo. Me parece que lo hacen muy bien.
No es que pretendiera que se creara una nueva profesión la de cura-ganadero. Se trataba de inculcar en los sacerdotes el acercamiento al rebaño con “sonrisa de padre”.
En Argentina, dos sacerdotes católicos fueron sentenciados el lunes a más de cuatro décadas en prisión por abusar sexualmente y violar a decenas de estudiantes con discapacidad auditiva en un instituto en la ciudad de Mendoza.
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